Formado en las luchas estudiantiles del CEU en la UNAM, Ricardo Becerra volvió a las calles en cuanto vio el tamaño de la herida que dejó el sismo del 19-S. Sin embargo, la semana pasada renunció como comisionado para la Reconstrucción, en protesta porque la ALDF se apropió de los recursos para los damnificados.

¿Qué se rompió en la Ciudad con el sismo?
Aparte del daño humano y del daño material, también se dañó el sistema de redes clientelares con las que tradicionalmente se ha hecho política en la Ciudad de México. Eso también se está rompiendo.

¿Por qué?
Porque no alcanzan los pequeños beneficios corporativos para resarcir el enorme daño patrimonial que el sismo le trajo a la Ciudad.

¿Cómo es posible que ni siquiera la reconstrucción se salve la politiquería?
¡Iba muy bien! Me parece que puede recuperarse pronto y bien. ¿Qué pasó? Que hubo una decisión muy extraña en la ALDF, en la cual se instala un régimen de aprobación de cuentas y no un régimen de rendición de cuentas, como preveía la ley.

¿Esto qué significa?
Que tres diputados se arrogan la facultad de autorizar el presupuesto, con lo que dislocan todo el sistema de decisiones que había previsto la ley.

¿Cómo debía funcionar?
Con base en las deliberaciones de la Comisión para la Reconstrucción, en los estudios científicos y en escuchar a los damnificados, se establecían prioridades. Éstas las ejecutaría el gobierno y la Comisión le rendiría cuentas a la ALDF. Esto es lo que dice la ley.

¿Y qué pasó?
La comisión se borra y ahora son tres diputados los que deciden los montos de las decisiones prioritarias para la reconstrucción.

¿Te traicionaron?
No hablaría de traición, pero sí de que hubo una decisión de hacer a un lado a la Comisión, que les resultaba un tanto cuanto estorbosa. Mejor ir directo al control presupuestario de la reconstrucción, por buenas o malas razones. No prejuzgo.

¿Te preocupa haber denunciado a los diputados Leonel Luna, Jorge Romero y Mauricio Toledo?
Bueno, ya van tres personas que me dicen que no debo andar solo por la calle. Pero no quiero creerlo. No fue un asunto ni siquiera personal, pero sí se desbarató un esquema que era completamente racional.

¿Por qué Miguel Mancera no metió las manos para defender a la Comisión?
Sí las está metiendo. Me parece que siempre estuvo pendiente de este asunto, pero creyó que una buena negociación era suficiente, y resultó que no fue así.

¿Cuál tendría que ser la primera medida, que no se ha tomado?
La creación de un fideicomiso de completa transparencia, sin reservas, para que todo ese dinero le constara al gabinete, al jefe de Gobierno, a la Comisión, por supuesto los legisladores y a técnicos y profesionales que lo puedan dirigir.

¿De cuánto dinero hablamos?
De 8 mil 772 millones de pesos. Es un monto equivalente al presupuesto de varios estados. Y si su destino no es claro, generará una sospecha mayor a lo que le sabemos a Javier Duarte. Estamos hablando de que es 10 veces el Pemexgate.

¿Por qué aceptaste un trabajo que se antoja imposible?
Por la gravedad del daño. En modo alguno busqué ser comisionado, pero durante las primeras semanas de la emergencia me fui a la calle y me di cuenta de que la situación era muy grave; que el daño era muy extendido, difundido y disperso.

¿A qué te refieres?
A que no podemos hablar de una zona cero, sino de una media luna que va desde Lindavista hasta Tláhuac. Y que en ella había un montón de sufrimiento humano, pérdida de patrimonio y ausencia de esperanza y de encauzamiento.

Nos quedamos con la idea de que sólo se cayeron 38 edificios…
Nos quedamos con una idea muy, pero muy equivocada porque hubo una especie de pasmo al principio, especialmente en los gobiernos delegacionales. Pero conforme avanzó el diagnóstico, pudimos ver que hay más de 900 edificios dañados y más de 6 mil 700 casas severamente afectadas.

¿Dónde te agarró el temblor?
Estaba en la Secretaría de Desarrollo Económico, escribiendo, ¡en un piso diez! Así que me tocó una escena cercana a El Exorcista, en la que se caían platos, se abrían cajones, los muebles se venían abajo… un horror.

¿Cuál fue el reclamo que más encontraste entre los damnificados?
La falta de explicación. Es una de las fallas más sutiles pero más severas de la relación gobierno-sociedad: desinformación y falta de encauzamiento hacia lo que ofrece la ley. Nadie les explicaba a qué tienen derecho, cómo tienen derecho, qué ventanillas tocar y cuál es el proceso para recuperar su patrimonio.

¿Por eso la gente se sentía como huérfana?
¡Exacto! Hicimos 182 recorridos y cuando llegábamos como comisión a alguno de los 85 puntos críticos, donde sabíamos que había un daño mayor, lo que la gente pedía era: “explíqueme cómo vamos a reconstruir mi patrimonio y, bueno, lo que me queda de vida”.

¿Lloraste alguna vez?
Sí, claro. Una de ellas fue con la familia de la calle de Edimburgo que murió aplastada y abrazada. Fue en la colonia Del Valle, muy cerca del CUM. Cuando una grúa desplazó una loza muy grande, vimos el inframundo: dos adultos, dos adolescentes y una niña abrazados. Fue terrible. Pero también entre los sobrevivientes hay historias que te sacuden.

¿Cómo cuál?
Como la niña que sigue despertándose en la madrugada para ponerse sus zapatos. Tiene seis años y estaba en su casa, en Tláhuac, en la calle Pingüinos. Su mamá había ido por su hermano a la escuela, como todos los días, y la niña estaba con su otro hermano, solos. Les tocó que de su casa surgiera literalmente la grieta, les tocó el crujido del suelo, vieron cómo su casa se ladeaba y se rompían los tubos de agua. A esos dos niños les tocó presenciar una escena apocalíptica que sigue provocando que la niña no pueda dormir si no tiene puestos los zapatos, para salir corriendo.

¿Algún día se recuperará la CDMX?
Si hay un buen programa de reconstrucción, sí.

¿Aprenderemos a convivir con los sismos?
Aquí volverá a temblar. Tenemos la absoluta obligación de volver a crear una cultura sísmica. El 85 se nos olvidó. La experiencia de aquel terremoto se nos olvidó y eso no nos puede volver a pasar.

¿Cómo se logra?
Tenemos que crear la conciencia de que no vivimos en una zona de riesgo sísmico, sino de certeza sísmica. Aquí tiembla y va a seguir temblando, así que debemos estar capacitados.

¿Realmente hubo un despertar ciudadano o fue sólo un trending topic millennial?
Sí lo hubo, pero lo tenemos que organizar. Si vuelve a ocurrir, vuelven a desatarse esas energías. Estoy seguro. Pero se desorganizan muy rápidamente.

Después de lo que has vivido, ¿para qué sirve el poder?
Para mejorar la vida de los demás… o para empeorarla. Puedes destruir vidas o reconstruirlas. Espero que quien quede en la Ciudad de México, sirva para reconstruirlas.

¿Qué aprendiste del escándalo de los mezcales?
Me di cuenta que tenía tras de mí a una serie de provocadores y de gente que estaba dispuesta a truncar el diálogo con los vecinos.

¿Por qué brindarías hoy?
Hoy no se puede brindar, porque se suspendió la Comisión para la Reconstrucción y la ALDF distorsionó el esquema de la ley. No puedo comprender que arruinen algo que había sido tan bien recibido, inclusive por los damnificados.

¿Con qué político te gustaría tomarte una cerveza?
¿Nacionales? Uy, con Álvarez Icaza. Y un whisky con Miguel Mancera, para hacer un balance. De los internacionales, con Gorbachov, sin duda. Ese sí arriesgó todo por un cambio.

¿Cuál quieres que sea tu epitafio?
Muero amando a mis amigos, no odiando a mis enemigos, y detestando la superstición.

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CINCO DATOS:
1. Antes de ser comisionado para la Reconstrucción era subsecretario de Desarrollo Económico del gobierno capitalino.

2. Es presidente del Instituto de Estudios para la Transición Democrática.

3. Fue asesor de José Woldenberg en el IFE.

4. Es coautor de Así se vota en la República; Democracia, Transparencia y Constitución y ¿Qué país nos deja Fox?, entre otros libros.

5. Coordinó la propuesta del Gobierno de la Ciudad de México sobre el aumento al salario mínimo.

Fuente: Revista R Reforma