Los grupos criminales que operan en Acapulco estarán relamiéndose los bigotes, ansiando tomar su porcentaje de los recursos para la reconstrucción. Hay que quitarles el control.

Hay un consenso nacional de que hay que reconstruir Acapulco.

No he escuchado a nadie decir que hay que dejarlo a su suerte, y que, si no sobrevive, ya era el destino.

Todos queremos regresar a esa bahía que tiene encanto, historia, recuerdos y un potencial impresionante.

Pero, simplemente podemos soñar, y decirles a los acapulqueños que celebrarán la Navidad muy contentos.

O bien, podemos generar las estrategias para hacer una reconstrucción que genere otra etapa en la historia de Acapulco.

Si las estrategias públicas y privadas se limitan a asegurar que en el plazo de varios meses se reabran hoteles y negocios y que regresemos a la situación que teníamos antes de Otis, lo único que haremos es prolongar la sentencia de muerte de ese centro turístico.

A Acapulco en alguna medida ya lo había destruido la inseguridad, antes de que llegara Otis.

Si regresamos solamente a la situación previa al huracán, tendremos de nuevo una circunstancia en la que el crimen organizado controlaría buena parte de la vida de Acapulco.

Si realmente queremos tener un nuevo Acapulco, se necesita cambiar una buena parte de las normas de la vida comunitaria.

Cuando la alcaldesa de Acapulco, Abelina López, justificó la rapiña en las tiendas, al decir que se trataba de un ejercicio de cohesión social, estaba sentenciado al puerto.

Mientras esa sea la visión que exista en torno al Estado de derecho de Acapulco, olvídese de cualquier reconstrucción.

En el corto plazo, por la gran solidaridad de los mexicanos, se volcará el apoyo, y en el gobierno, diseñarán programas, pero todo llegará a un tope.

Nadie quiere subsidiar al crimen organizado.

Quisiera pensar que fue un resbalón de la singular alcaldesa, pero la realidad es que sus dichos reflejan una parte importante de la opinión de los habitantes del puerto.

Hay una desestimación absoluta del Estado de derecho.

Por eso se desató la rapiña en los comercios, los robos en las casas habitación o los asaltos callejeros.

Se trata de “cohesión social”. Son los pobres, que tratan de ‘no morirse de hambre’ robándose pantallas, lavadoras o refrigeradores.

No es la gente que sale con botellas buscando agua, se trata de una “expropiación” que la visión que prevalece justifica.

Pero, puede haber otro Acapulco.

Si los empresarios, banqueros, organismos empresariales y la sociedad civil del país se comprometiesen a aportar millonarios recursos, podrían exigirle al gobierno que se creara un delegado especial del gobierno federal para Acapulco.

Y que se establecieran instancias de seguimiento y verificación para asegurar que los recursos aportados llegaran a sus destinatarios.

Además de exigirle al gobierno que la presencia de la Guardia Nacional, Defensa y Marina, fueran permanentes.

La expropiación que hay que hacer en Acapulco es la del crimen organizado.

Si no se quita a los grupos que allí operan su control, ahora estarán relamiéndose los bigotes, ansiando que entren miles de millones de pesos a la reconstrucción de la ciudad, para tomar su porcentaje y quedar mucho más fuertes que antes del huracán.

Obviamente, también hay que cambiar protocolos de construcción de inmuebles.

Hay consenso entre los científicos de que quizás este fue el primer huracán con tan enorme fuerza que impacta Acapulco, pero que la elevación de la temperatura media del mar quizá traiga otros en el futuro.

Si se reconstruye Acapulco con una nueva visión en materia de seguridad, control de emisiones, protección civil, y otras normas, podría revivir el que una vez fue el principal centro turístico de México.

La otra opción es lograr que los políticos se pongan sus medallas y el crimen organizado haga su agosto.

Definamos.

Fuente: El Financiero