El mayor desafío de la Red por la Rendición de Cuentas recién nacida será mantenerse viva, activa e integrada. Esta red es –debe ser– una red de segundo piso y en esta página se pueden leer los principios de su actuación. La idea de una red de segundo piso tiene su mejor explicación en sus integrantes: somos una de organizaciones sociales, de universidades y centros de investigación superior y de instituciones públicas que desde hace años estamos vinculados por propósitos cercanos y con actividades e ideales muy afines. La red no quiere suplir a ninguna de esas organizaciones, ni actuar por ellas, ni hablar en su nombre. Lo que quiere –para decirlo con una palabra cercana a la idea misma de la red– es entramarnos, tejernos a todos en torno del objetivo explícito de promover y construir una verdadera política de rendición de cuentas de largo aliento para el país y contribuir a crear el contexto de exigencia –público, crítico y propositivo—para que ese propósito sea posible.
Partimos de un diagnóstico (también accesible en esta página) que, en buena medida, ya forma parte del primer capital de esta red. Es un diagnóstico de claroscuros: de un lado, podemos decir que ha sido en esta primera década del siglo XXI cuando se han construido prácticamente todas las normas, las instituciones y las rutinas públicas con las que hoy cuenta el país a favor de la transparencia, del derecho de acceso a la información y del control y la fiscalización de los recursos públicos. En esta década también ha surgido una nueva y creciente conciencia social sobre la importancia central de la transparencia y la rendición de cuentas como condiciones necesarias para consolidar el proceso democrático del país; una conciencia creciente, producida en buena medida por las organizaciones sociales, los medios y las instituciones que hoy están formando esta red.
Creo no exagerar si digo que en ningún otro momento previo se había gestado una conciencia similar sobre este tema en la agenda pública mexicana. Como nunca, además, hoy tenemos una extensa comunidad académica y una intensa actividad de investigación e incidencia dedicada a estudiar, a discutir y promover la rendición de cuentas en México. Nadie sensato podría negar, creo yo, que lo que se ha construido en esta materia durante los últimos años es mucho más de lo que se había hecho en todo el tiempo pasado.
Con todo, ese diagnóstico también nos dice que a despecho de los avances –o quizás como producto de ellos—todavía no decimos lo mismo cuando hablamos de transparencia, de acceso a la información o de rendir cuentas. Si antes no se decía nada hoy decimos muchas cosas diferentes. Hemos multiplicado nuestro interés y los medios para rendir cuentas, pero no hemos logrado establecer una definición –o un conjunto de ideas firmes que integren un núcleo duro— de lo que entendemos en México por rendición de cuentas. Esa ausencia de núcleo duro ha auspiciado que coexistan definiciones y prácticas bajo el mismo nombre que sin embargo son diferentes y muchas veces contradictorias. Nos apropiamos de las palabras pero todavía no tenemos contenidos, ni normas, ni políticas inequívocas. De modo que con frecuencia vemos esas palabras escritas sobre prácticas que más bien las niegan o las limitan. O que incluso las usan para justificar sus opuestos. Es más, aunque todos sabemos que no significan lo mismo, ni siquiera tenemos una frontera acabada para entender en definitiva las diferencias entre acceso a la información, transparencia y rendición de cuentas.
De otra parte, la multiplicación de esfuerzos e ideas ha generado también la fragmentación de normas, de instituciones y de sistemas. Nunca tuvimos tanto, pero lo que tenemos está segmentado y disperso. Aunque hoy existen instituciones como la Auditoría Superior de la Federación, el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos o la Secretaría de la Función Pública, y éstas tienen a su vez instituciones afines en todas las entidades federativas, todavía no tenemos una política articulada y coherente de rendición de cuentas en México. Ni siquiera en la Constitución Política del país hay principios ni reglas comunes que articulen los sistemas de planeación, de presupuestación, de fiscalización, de responsabilidades y de acceso a la información. Como si fueran universos aislados, esos sistemas constitucionales se desdoblan en leyes, instituciones y prácticas diversas. Y lo mismo puede decirse de los esfuerzos de la academia y de la sociedad civil: cada vez hay más y mejores trabajos y más y mejores productos, pero nuestras agendas están fragmentadas y muchas veces enfrentadas. De modo que, paradójicamente, mientras más hacemos más dispersión se produce. Y ese resultado no abona al cumplimiento de los propósitos que persigue esta red. No ayuda a construir una verdadera política de rendición de cuentas en México.
Finalmente, tras los primeros impulsos a favor del acceso a la información, la transparencia y la rendición de cuentas han tenido tropiezos y regresiones. No todo ha corrido a cargo de la falta de una definición acabada o de la fragmentación institucional, sino que también se han multiplicado las resistencias políticas. A la mayor conciencia sobre este tema también ha correspondido una mayor oposición política y burocrática. Una oposición que, si nos descuidamos, puede convertirse en franca regresión. Hay resistencias de toda índole en los poderes, en los gobiernos –en los tres ámbitos–, en los partidos, en los sindicatos. Los enemigos de la transparencia son muchos y muchos de ellos hablan como si no lo fueran, o como si este propósito democrático fundamental tuviera que subordinarse al cumplimiento de otros, haciendo lista de espera. Nuestro diagnóstico nos dice que a la indefinición y la fragmentación hay sumar –de modo muy subrayado—las resistencias políticas.
Esta red nace en el momento más oportuno: justamente cuando es preciso contrarrestar esas regresiones con la mayor responsabilidad y el mayor compromiso por articular lo que está disperso, por deliberar sobre lo que todavía debe entenderse y por construir una política capaz de vencer las resistencias vigentes. Nace para hacerse cargo de ese diagnóstico, para afinarlo y, sobre todo, para reunir la inteligencia y el trabajo de cada uno de nosotros a favor de la rendición de cuentas. Cada quien desde su sitio y su trayectoria: los activistas sociales, los periodistas, los servidores públicos y los académicos que representamos a las organizaciones que hoy estamos aquí, estamos formando esta red, consciente y deliberadamente, para promover una política de rendición de cuentas en México.
Es una magnífica noticia que los integrantes de esta red hayan aceptado firmar los convenios que ha albergado el CIDE, la casa académica que ha cobijado con generosidad esta iniciativa, para darle la mayor seriedad y anclaje institucional al proyecto; y es aún mejor que sigan sumándose cada semana. No es frecuente que distintas organizaciones de la sociedad civil, de la vida académica y del sector público acepten colaborar en condiciones horizontales, de igualdad y de respeto mutuo, en un objetivo común. Creo que estamos en la puerta de entrada a un proyecto de la mayor importancia. Ojalá sepamos hacer verdad lo que dice el refrán, según el cual, lo que bien empieza bien acaba.