El punto de partida es este, ¿cómo es posible que un gobierno que ofrece tan malos resultados en los órdenes más esenciales de la vida social, no sea castigado en las urnas? ¿Qué es lo que no funciona en el mecanismo democrático de México que no utiliza sus comicios para premiar o castigar a sus gobiernos? En ese caso ¿qué es lo que evalúan y reconocen los votantes mexicanos?
Me explico: la inseguridad y la violencia son más altas y son padecidas por más personas que nunca en México; el sistema de salud público ha expulsado, aún sin remedio a 50 millones; la gestión de la pandemia es un ejemplo fatal de ineptitud y de crueldad; el sistema educativo ha sido abrazado por una ardiente ideologización que lo estanca para muchos años y es el gobierno que exhibe el más bajo crecimiento económico en seis sexenios. Aún y con esas, ese gobierno cantó una sonada victoria en las urnas el domingo pasado.
La doble hélice sobre la que se levanta ese triunfo consiste, por una parte, en un descomunal y por eso evidente operativo del Estado para tender una red nacional de lealtad política. Por otra parte, están las formas de conciencia, experiencia y decepción que anidan hoy en la cabeza de una gran parte de la población.
Es una cosa pero también la otra, y esto lo sabe muy bien el presidente López Obrador, quien con desenfadada sinceridad ha declarado varias veces “ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya sabe que cuando se necesite defender, en este caso la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos, no así con sectores de clase media, ni con los de arriba, ni con los medios, ni con la intelectualidad. Entonces, no es un asunto personal, es un asunto de estrategia política” (https://goo.su/LxBqU4).
No creo que haya un resorte automático entre el gran operativo y la intención efectiva del voto, pero el operativo es de tal magnitud, extensión y permanencia en el terreno que no puede quedar fuera de la explicación de los resultados en esta elección. Repasemos algunos datos.
Hablamos de un ejército de 23 mil “Siervos de la Nación” que son pagados con recursos públicos por la Secretaría del Bienestar, cuyo presupuesto para ese fin asciende a 3 mil 536 millones anuales en promedio durante los últimos cinco años. Fijémonos bien: estamos hablando de una estructura que tiene más dinero que Morena, que recorre con meticulosidad estratégica alcaldías, calles, colonias, cuadras y cuyo monitoreo de afiliados y votantes es quizás la mejor construcción que ha sabido hacer este gobierno. Mecanismo clientelar de alta precisión. El censo de beneficiarios no es público y es manejado a discreción, no llega a los más pobres sino a electores deseables y potenciales.
¿Esto explica los resultados electorales del domingo? En parte, pero hace falta tomar en cuenta otras cuestiones, sobre todo esta otra dimensión: el ánimo y el humor social que se ha larvado en los últimos lustros y que tiene a la política, los políticos y los partidos como causa de una decepción extendida y un resentimiento acumulado. Eso que el Latinobarómetro, los estudios de V-Dem o Idea Internacional llaman la desafección, la predilección por un gobierno marcadamente autoritario, desdeñoso de la ley, pero paternal, proveedor de dinero que ayuda a llegar a la quincena y con la atención personalizada y constante de los “siervos de la nación”.
Transcurrieron el tiempo -desde los ochenta- y los salarios fueron aplastados por décadas, el trabajo propio no fue el mecanismo ya no digamos de ascenso social, sino solo de escape de la pobreza y la promesa del goteo jamás llegó. Lo que se creó fue una sociedad con las expectativas rotas.
Pues bien, ese pueblo ha encontrado una propuesta de gobierno incapaz de resolver los problemas esenciales pero próximo y surtidor de recursos remediales que llegan hoy, al 34 por ciento de las familias.
¿Es una explicación demasiado tosca? Lo es, como la realidad y la vida cotidiana de millones.
Hay cientos de declaraciones ilegales del presidente, espacios copados por el crimen, intromisión de gobernadores, pero en el núcleo de lo que ocurrió en las elecciones el domingo esta esa doble hélice que más nos vale comprender, la clave de la demanda por populismo.
Fuente: Crónica