La paridad del peso frente al dólar está cada día más sujeta a las percepciones de los inversores que a factores subyacentes de la economía mexicana.
Por años se habló de que una moneda como nuestro peso podría estar ‘sobrevaluada’ o ‘subvaluada’ respecto al dólar.
Cuando se hablaba de la subvaluación, se consideraba que la cotización de una divisa estaba excesivamente baja frente a la del dólar norteamericano.
Por el contrario, calificar a una moneda como sobrevaluada, implicaba considerarla demasiado fuerte frente a la divisa norteamericana.
La manera más usual de llegar a la conclusión respecto a la situación de una divisa es compararla con un momento del tiempo en el que se considere que había una condición de equilibrio.
El procedimiento usual es observar el diferencial que existe en los índices de precios en los países que se quieren comparar y de esa manera llegar a una paridad teórica de equilibrio que serviría como referencia para determinar si una moneda está sub o sobrevaluada.
Para que quede más claro hagamos este ejercicio considerando que la paridad del peso frente al dólar al cierre de 2017 era de equilibrio.
Desde entonces hasta el mes de febrero de este año la inflación en Estados Unidos fue de 25.88 por ciento. En ese mismo lapso, en México fue de 36.03 por ciento. Es decir, el diferencial de inflaciones para el periodo fue de 8 por ciento.
Si el tipo de cambio de cierre de 2017 se considera como de equilibrio y quedó en 19.65 pesos, entonces, el tipo de cambio teórico de equilibrio en febrero de este año sería de 21.22 pesos.
Con una paridad que, al cierre de febrero, estaba en 17.05 por dólar, habría una ‘sobrevaluación’ de 24.4 por ciento.
Para ver lo subjetiva que es esta medición, consideremos ahora que la paridad de equilibrio correspondiera a diciembre de 2012, cuando la paridad estaba en 12.98.
Desde entonces, la inflación en Estados Unidos fue de 35.2 por ciento y la de México de 65.9 por ciento.
El diferencial acumulado es de 22.7 por ciento.
Así que el tipo de cambio de equilibrio basado en este otro punto de referencia resultaría de 15.92 pesos por dólar.
Así que, en ese caso, el peso estaría ‘subvaluado’ frente al dólar en 7.1 por ciento.
Esto quiere decir que basta con que modifiquemos el punto de referencia para cambiar radicalmente la conclusión.
Un análisis que circuló en redes sociales hace algunos días, por parte del economista Robin Brooks, anticipa una fuerte depreciación de nuestra moneda en caso de que Trump gane las elecciones.
Esto, a pesar de que el déficit en cuenta corriente del año pasado fue apenas de 5 mil 716 millones de dólares, equivalente al 0.3 por ciento del PIB.
Brooks hace un cálculo señalando la “posición subyacente” de la cuenta corriente, que asume que es de alrededor de 7 por ciento del PIB, es decir, más de 20 veces superior a la actual.
Cada proceso electoral aparecen profetas del desastre en materia cambiaria, que anticipan el derrumbe de nuestra moneda.
Como aquí le he comentado, la paridad del peso frente al dólar está cada día más sujeta a las percepciones de los manejadores de los grandes fondos internacionales que a factores subyacentes de la economía mexicana.
Mientras no se perciba que el nivel de riesgo para las inversiones en pesos es elevado, es factible que tengamos un tipo de cambio robusto.
Coincido en que algunos sobreestiman el impacto que el nearshoring puede tener en la entrada de divisas a México, pero difiero de quienes piensan que será irrelevante.
Un indicador de la posición de divisas son las reservas del Banco de México que, a partir de julio se incrementaron en 13 mil 591 millones de dólares, y llegaron a 216 mil 800 millones en los primeros días de marzo.
Claro que si el entorno cambia y se detonan crisis políticas como resultado de las elecciones de junio en México o se presenta una situación de incertidumbre en Estados Unidos tras la amenaza lanzada por Trump de “un baño de sangre” en caso de perder las elecciones, obviamente las circunstancias y las percepciones pueden cambiar.
Pero, anticipar ajustes solo porque el peso está “demasiado fuerte” ha probado ser un argumento que no es sostenible por la realidad.
Fuente: El Financiero