Hay muchas maneras de terminar con las Instituciones democráticas con que cuenta nuestro país, no son eternas, no son inmutables y así como llegaron se pueden ir, tampoco es fácil eliminarlas, pero mucho menos imposible.
La primera opción de extermino es modificar la constitución para eliminarlas del texto constitucional y con eso despedirlas definitivamente, o al menos hasta que otro gobernante pueda volver a mover la constitución y las regrese o ponga algo parecido. Esta opción si bien es la más efectiva no es sencilla de ejecutar, se necesita tener una mayoría calificada en el congreso, que el gobierno actual no tiene, y mayoría en los congresos estatales, que sí tiene. La 4T lo ha intentado ya varias veces sin éxito, el bloque opositor le ha frenado las barbaridades de la reforma eléctrica y el desmantelamiento del Instituto Nacional Electoral.
Como siguiente opción encontramos el reformar las leyes secundarias, para volver inoperante la Institución y así, aunque exista, no pueda funcionar. En este caso estas leyes por lo general resultan inconstitucionales, y gracias a que existen contrapesos, cuando llegan a la revisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación van para atrás. Esta opción la han utilizado también en la 4T, pero gracias a la Corte tampoco les ha funcionado.
El recorte presupuestal es una opción casi infalible, si se le reduce el presupuesto a cualquier Institución hasta dejarla en capacidades mínimas de operación, se le tendrá muy controlada, de poco sirve una institución que existe en la Constitución, la ley contempla sus atribuciones plenamente pero no tiene recursos para hacer nada. El castigo presupuestal es una forma muy sencilla en que se puede lograr el silencio de los contrapesos incómodos.
Y finalmente pero no por ello menos dañina está la opción de colocar en puestos clave personas que no tiene la capacidad necesaria o que se encuentran totalmente sometidas al régimen; que no cumplen los perfiles de los puestos, que no tienen un compromiso con la institución a la que ingresan y que su lealtad está con la intención de la destrucción. Así pudimos ver como la Comisión Nacional de Derechos Humanos quedó reducida a la nada, con la señora Piedra, que hizo honor a su nombre, pues es una piedra, inmóvil, que no ha visto todos los abusos de las autoridades en franca violación a los derechos humanos de manera recurrente; una presidenta del INE tibia, que es un árbitro, a la que las trampas de un lado y del otro le pasan por enfrente como haciendo fiesta y no saca tarjeta amarilla mucho menos roja, porque su misión es hacer como que hace pero no hacer nada. La nueva ministra de la corte no tiene una trayectoria como jurista que la respalde, no tiene los conocimientos necesarios y odia a la Corte, como a cualquier cosa que haga contrapeso al gobierno, está puesta ahí para dinamitar al Poder Judicial desde adentro y lograr junto con sus compañeras Yazmin y Loreta llenar de falacias y mentiras las discusiones generando controversias mediáticas que popularmente condenen las resoluciones técnicas.
¿Mientras las Instituciones democráticas de tu país se destruyen, que haces? ¿Nada más mirando, o ni te enteras?
Fuente: Milenio