Soy de los que cree que el aldeanismo mexicano -en la sociedad y en el gobierno- está impidiendo comprender las cosas que ahora mismo se juegan en el territorio de Ucrania.
No entendemos ni asumimos seriamente, que esa guerra no tiene el objetivo de restaurar la esfera de influencia de Rusia y garantizar su seguridad contra la supuesta amenaza de la OTAN, como muchos analistas han sostenido. Como advirtió el profesor kirguistano Shamil Ibraguimov “De hecho, el telón de fondo de esta guerra opone dos sistemas de valores: uno basado en la autoproclamada grandeza y la influencia global de un país, y el otro en el valor de los ciudadanos, su calidad de vida y su democracia” (https://bit.ly/3BvlxtJ).
De modo que Ucrania representa una conflagración entre dos principios: una lucha por la seguridad y la libertad de la ciudadanía (o del pueblo), contra la grandeza y la demostración de fuerza de un Estado autoritario.
El primero de marzo, el presidente López Obrador dijo: “México está en contra de las invasiones de un país a otro” pero descartó que se vayan a aplicar represalias de tipo económico…. “es mejor promover el diálogo para conseguir la paz… México se pronuncia en contra de la censura a medios de información de cualquier país, debido a que twitter comenzó a bloquear a algunos medios rusos, identificados como fake news”.
El 4 de marzo, López Obrador dijo que no se mandaría ayuda militar o armas a Ucrania, pues “México es un país pacifista”.
El 6 de abril, tras una llamada con el canadiense Justin Trudeau, AMLO dijo “En esa guerra falló la política, no debió permitirse la guerra. De todos, yo creo que la ONU no hizo bien su trabajo”… “No se debió iniciar la guerra, se debió evitar”.
Y, para mayor sorpresa, la mañana previa a la invasión (23 de febrero), el mandatario tabasqueño se puso abstracto: “somos partidarios de la política de no intervención y autodeterminación de los pueblos, no queremos invasiones, no aceptamos que un país invada a otro, no hay ninguna razón, es contrario al derecho internacional”.
¿La constante? Nunca digan las cosas por su nombre; nunca condenen al Estado agresor; nunca llamen al Estado autoritario, autoritario; ni tamoco imperial a los renovados imperialistas. Pero sobre todo, nunca digan Rusia.
Fuente: Crónica de Hoy