Es muy sangrón recurrir al “se los dije”, pero en algunos casos es inevitable. Por muchos años distintas voces nos advirtieron sobre los riesgos de algunos instrumentos de la justicia penal. También sobre lo que implica una Fiscalía autónoma sin un diseño efectivo de contrapesos. Pues bien, hoy tenemos una combinación muy peligrosa de instrumentos de poder arbitrarios y sin balance. Y nos lo dijeron pero no atendimos, porque estábamos muy entretenidos con los argumentos del populismo penal. Muchas veces escuché que necesitábamos un fiscal canijo, penas más altas y prisión automática para poner a raya a la delincuencia. Hoy los que estamos en la raya somos nosotros. Vulnerables frente a la arbitrariedad.
Es evidente que hablo de esto porque me tiene consternada el caso de los académicos y científicos imputados por la Fiscalía General de la República (FGR) de delitos muy graves. Me perturba, además, que el fiscal esté empecinado con este caso. No ha sido uno, ni dos. Son ya tres los intentos para que se obsequie una orden de aprehesión en contra de este grupo de mexicanos. Se les imputan delitos como operaciones con recursos de procedencia ilícita y delincuencia organizada, y el caso se ha presentado en el penal de El Altiplano, donde se radican los casos verdaderamente pesados y están internos los criminales más violentos.
Existen ya sendas notas que explican el caso y por más que uno busque hechos que sostengan los argumentos de la FGR, no se encuentran. Y más allá del juicio suyo o mío, estimado lector, la Suprema Corte de Justicia ya se definió al respecto. Lo mismo que el juez al que le tocó conocer este caso. La suerte de este grupo de mexicanos sigue en vilo. Quizá sienten temor de que, en el tercer o cuarto intento, el juez ya no aguante más la presión y ceda. Mis respetos para el juez que tramita el caso: lo tienen contra las cuerdas. A base de presión lo quieren doblar, pero sigue muy de pie.
Busqué en Google las trayectorias de algunas de estas personas. Me sentí muy conmovida. Carreras profesionales al servicio del conocimiento y del país. Profesores que han formado a generaciones de estudiantes que hoy forman la comunidad científica que sirve a México. Me pregunto cómo serán sus días y sus noches, luego de que pesan sobre ellos acusaciones tan graves que implican prisión automática, antes de siquiera poder presentar los argumentos y pruebas para su defensa. Y lo desprotegidos que se han de sentir, porque las correas que controlan al poder en este país siguen siendo muy delgadas.
Y nos dijeron muchas veces sobre los riesgos de la prisión automática, y los desdeñamos porque no pensábamos que los siguientes en sufrirla podríamos ser nosotros (podría ser cualquiera). Por eso ver los perfiles de este grupo de mexicanos es tan perturbador.
Pero hay otra vertiente que debemos contemplar: la del fiscal sin contrapesos. En las mesas y discusiones que se abrieron en torno al diseño de la Fiscalía General de la República, se puso este tema en el centro. El fiscal necesita de completa independencia en su trabajo sustantivo, que es la investigación criminal, lo que no quiere decir que esté exento de mecanismos de vigilancia y rendición de cuentas. El diseño es bien complejo porque se debe garantizar que la investigación criminal esté libre de injerencias indebidas, pero también se deben trazar límites, porque la persecución criminal es un recurso tan potente que no puede ser ejecutada por una persona o un cuerpo sin la debida vigilancia.
La Ley Orgánica que se le dio a la Fiscalía para su arranque refleja por lo menos estas inquietudes. No estoy segura de que las resolviera al cien por ciento, pero ahí estaba la intención. El fiscal, con su nueva propuesta de Ley Orgánica, hizo desaparecer o debilitó los mecanismos de control dentro de la institución y se hizo un traje a la medida para contar con todo el poder. ¿Y saben qué? El Legislativo se la aprobó. Sin más entendimiento que obedecer la instrucción de un superior. Lo he escrito antes: el fiscal se ha malviajado con el tema de la autonomía. Ha creado un islote donde él reina, sin considerar otras piezas de la justicia, a víctimas o ciudadanos comunes. Y el poder así perturba, tanto como para que ahora se ensañe con un grupo de académicos que, por lo que se conoce, sólo hacían su trabajo.
Hay un mensaje intimidatorio en todo. Un mensaje binario: yo tengo todo el poder, tú no. La intervención del Poder Judicial ha sido fundamental, porque en este conflicto entre dos, interviene para decir a quién le asiste la razón. La función de árbitro que está llamado a desempeñar.
Ojalá que esta historia quede registrada en los libros de texto del derecho y la ciencia política. Que se estudie cómo errores en el diseño, o cómo una configuración política determinada, pueden producir fenómenos nefastos en el desarrollo de una democracia. Que quede ahí, porque si prospera en el sentido en que quiere el fiscal, ominosos serán los tiempos que le esperan a este país y a sus ciudadanos.
Fuente: El Financiero