Según los resultados de la Encuesta Nacional Agropecuaria 2017, del total de mano de obra empleada en el campo el 16.7% fueron mujeres. Estas cifras adquieren otras dimensiones dependiendo del contexto; por ejemplo, según datos del Centro de Derechos Humanos Tlachinollan, de la población jornalera que migra principalmente a los estados del norte del país de la Región de la Montaña de Guerrero, el 49 % son mujeres. Esto convierte a las mujeres en un grupo importante en el trabajo agrícola, ya sea como trabajadoras y/o como responsables de las labores de cuidado de las familias jornaleras.

Las personas jornaleras provienen de comunidades indígenas con los más bajos índices de desarrollo humano y, bajos niveles de escolaridad. Sin embargo, las mujeres son mayoritariamente monolingües, lo que las coloca en una situación de mayor vulnerabilidad al tener que enfrentar la discriminación por su origen étnico en sus lugares de trabajo y en las instituciones que no cuentan con políticas públicas para atenderlas.

Respecto a las condiciones laborales, el 33% de la población jornalera recibe un salario por debajo del salario mínimo general y en condiciones muy precarias, sin seguridad social. Las mujeres, en la mayoría de los casos no cuentan con prestaciones laborales como guarderías, horarios para la lactancia o jornada reducida. Según los testimonios vertidos durante la prestación de la Alianza Campo Justo, su jornada inicia desde las 4 de la mañana para preparar los alimentos que se llevará su familia al campo, trabajan jornadas iguales que la de los varones, y al regresar a sus viviendas son las responsables de preparar y dar los alimentos.

A esto se suma la falta de oferta laboral en cultivos de ciclos largos para las mujeres.  En el informe de la Red Nacional de Jornaleras y Jornaleros agrícolas del 2019 muestra cómo los mercados de trabajo de hortalizas favorecen la participación de las mujeres a diferencia de los estados en los que predominan cultivos intensivos de mano de obra perenne en los que en su mayoría laboran jornaleros hombres. Ya que las mujeres participan predominantemente en labores de cultivos que son cíclicos, esto representaría una inseguridad económica mayor para las jornaleras y sus familias.

Además de las malas condiciones de trabajo, las extenuantes jornadas, y la falta de oferta laboral en cultivos de ciclos largos, las mujeres están expuestas a la discriminación en el sector salud, en donde se les cuestiona la cantidad de hijos que tienen, los cuidados que les dan, así como su habilidad para entender español.  La falta de atención, de intérpretes, y de medicamentos o de hospitales o centros de salud han provocado muertes maternas. Es frecuente que cuando las mujeres llegan, la clínica del campo les proponga el uso de métodos anticonceptivos definitivos o de uso prolongado, ya que es difícil que se den otro tipo de opciones temporales, como los anticonceptivos orales, por ejemplo.

De acuerdo con la documentación que realiza desde hace varios años el Centro de Derechos Humanos Tlachinollan y la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas, las mujeres y madres solteras jóvenes enfrentan el acoso sexual y abusos por parte de los mayordomos generales, capataces o camperos. Estas personas se aprovechan de su posición de poder para solicitar o conceder favores vinculados a “mejores” condiciones laborales si las mujeres se someten a sus exigencias, la mayoría de las veces de naturaleza sexual, representando para ellas la única oportunidad para acceder a un empleo que en la mayoría de los casos es temporal y obtener ingresos para el sostén de su familia.

Lograr que la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (CONASAMI) establezca un salario digno que le permita a las personas jornaleras cubrir sus necesidades básicas es fundamental para caminar hacia una sociedad paritaria, y que se tomen en cuenta los diferentes roles que tienen en las labores del campo las mujeres jornaleras y los hombres para no generar una disparidad salarial. Para ello es necesario poner al centro las voces de las personas jornaleras quienes han propuesto en repetidas ocasiones la cantidad de 300 pesos diarios, los cuales apenas alcanzarían para satisfacer necesidades básicas como vivienda, salud y alimentación.  Un salario digno para las personas jornaleras es posible, y desde la Alianza Campo Justo invitamos a sumarse firmando la petición aquí para cambiar la historia y saldar la deuda histórica con las personas jornaleras en México.

Fuente: Animal Político

Por: Fundar