La designación por el consenso de todos los grupos parlamentarios de la Cámara de Diputados de cuatro consejeros del INE es una buena noticia para la democracia mexicana. En el clima de crispación política que impera, dicha designación significa incluso una grata sorpresa. Eso hace del acuerdo político, escaso en estos tiempos, algo más valioso aún, por lo que conviene intentar identificar las claves de ese acierto democrático.

Primero: reglas constitucionales que favorecen el consenso. El nombramiento de los consejeros del INE, como ocurría con el IFE, debe darse por la mayoría calificada de dos terceras partes de la Cámara de Diputados y no basta con la mayoría simple. Como desde hace más de dos décadas ningún partido ha obtenido más de 40 por ciento de la votación ciudadana a la Cámara, la construcción de una mayoría calificada suele ser, en efecto, la suma de fuerzas políticas diferentes y hasta antagónicas en un amplio acuerdo pluripartidista. En segundo lugar, la Constitución contempla que un comité técnico de evaluación conforme una quinteta de aspirantes por cada vacante en el Consejo del INE. Se introduce entonces una criba técnica y no política de los finalistas. Eso hicieron seis de los integrantes del Comité Técnico este año. Así, los diputados habrían de elegir entre perfiles debidamente acreditados.

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Fuente: Milenio