América Latina se desgarra frente a las desigualdades sociales de democracias disfuncionales y de espejismos políticos, que en la vanguardia del discurso populista provocan el quebranto social y la ruina del Estado.

Inequidad política y económica configuran una de las más grandes crisis sociales, porque ahondan las brechas y las asimetrías estructurales, cuyos problemas no se resuelven desde las añejas recetas de escritorio y, mucho menos, desde los mesianismos que parecen haber resurgido con la furia despiadada de un populismo incongruente, que en estados con recursos insuficientes y demandas sociales insatisfechas, devela la captura de la democracia y del Estado.

En este amargo despertar, en las calles de Chile, Ecuador, Argentina y México, la semilla de la insatisfacción ciudadana se traduce en violencia de Estado, generando muerte, tortura, odio y desolación social, mientras el asistencialismo florece en la marcha del gobierno como paliativo ilógico; allí donde deberían haber políticas públicas reales, se edifican subsidios a costa de la involución económica, pero eso si con cuentas alegres.

De acuerdo a CLACSO, “…la creciente brecha social producto de mecanismos regresivos a nivel fiscal e inversiones erróneas del Estado, han causado que el 65% de los ciudadanos en Latinoamérica se encuentre insatisfechos con la democracia y el gobierno, creando un abismo de reacciones sociales que rechazan a la elite política y destierran a los partidos políticos por el anquilosamiento de su conducción y precaria eficiencia a nivel institucional.” https://bit.ly/2PFqSXs

En una democracia populista, la contradicción fundamental de la ineficiencia administrativa del Estado genera un pasivo de oportunidades sociales, al mutar de la obra productiva a la obra asistencialista, cuyo costo no responde al soporte fiscal y operativo del gobierno, lo que vuelve a los programas sociales, “pan para hoy y hambre para mañana”. Asimismo, frustra las aspiraciones ciudadanas; deteriora la operatividad de la estructura económica del Estado y genera gobiernos ineficientes, pero retóricamente convincentes, que sitúan al “pan y circo” como factor compensatorio del quehacer público, para que las asimetrías de oportunidades que generan pobreza y desigualdad, pasen inadvertidas.

En este cajón de la corrupción e impunidad, no quedan fuera ni la democracia ni la captura o el secuestro del Estado, pero lo más grave es, parafraseando al investigador del CIDE Francisco Javier Aparicio: “ha iniciado la captura de los políticos por los políticos”.

En este sentido, la heterogeneidad de los procesos políticos en América Latina muestran a una clase oscura que suele ascender con el voto del estómago, pero sin la probidad debida para garantizar el respeto y aplicación irrestricta del Estado Democrático de Derecho, lo que obstruye el combate de la corrupción e impunidad.

Los hechos ocurridos en Culiacán, donde el Estado retrocede por impericia, evidencian que la corrupción e impunidad no transitan sólo por la habitual senda de la perversión económica, sino también por la perversión política de los mesianismos odiosos, aquellos que siempre se encumbran y esconden en el discurso del cambio social y la transformación nacional, amordazando al contrato social y a una empobrecida ciudadanía con la venda de una pobre cultura política.

¿No suenan a campanas de gnomos y ogros, que amenazan como monstruos sociales de la política aquello de: “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre”? Claro, se ha construido un monstruo aristocrático, que desde la mafia del poder intenta desvirtuar al Estado, pero ¿acaso no existen señales para pensar que la élite que gobierna, no es en sí misma ese monstruo?

Las amenazas gubernamentales son en realidad tristes y pobres argumentos que no permiten construir un país donde prime la inteligencia institucional y social, porque la primera no existe y la segunda ha quedado en indefensión, ante la carencia de partidos políticos fuertes y de altura, que hoy asemejan peones en un ajedrez donde el discurso del Rey se impone, pese a que a la realidad indique que el reino sucumbe ante el hambre y la desolación social.

Las urnas que han encumbrado a la 4T y cuya legitimidad es popularidad presidencial, no han resuelto la realidad social, por el contrario, marcan una estela de contradicciones que desde la involución del PIB hasta el culiacanazo, advierten que de no aprender de la crisis de América Latina, lo próximo es aprestarnos al encono social frente al Estado.

La asimetría entre las oportunidades reales de los ciudadanos y su participación efectiva en la toma de decisiones del gobierno, hoy se disfraza desde las consultas populares hasta la revocación de mandato, mecanismos que se erosionan a la velocidad de la luz, en torno a la improcedencia del modelo asistencialista que ya ha dejado en la noche triste a sus ciudadanos.

El recrudecimiento de la era de piedra y los trogloditas del escritorio público, marca desde el espejismo y la pantomima, la captura no sólo de la democracia y el secuestro del Estado, sino también la nulidad de la prosperidad económica y la sobriedad del mando presidencial, que ha maniatado al Estado inversor y productivo, así como a una iniciativa privada que en vez de convertirse en aliada del desarrollo, hoy naufraga frente a las inversiones mesiánicas, que pretenden despegar desde Santa Lucia.

Necesitamos aprender de los cruentos eventos en América Latina y enfrentar desde nuestras propias lógicas de gobierno, los retos de un país que hoy no tiene rumbo ni marcha, y los consabidos peligros que involucra llegar a tener “un gobierno pobre con un pueblo miserable”.

La verdadera democracia se construye en la inteligencia institucional y social. Ese es el reto de la armonización de los poderes públicos. Obstruir o deteriorar la interacción e interlocución entre ciudadanía y gobierno, transita por la captura de la democracia y el secuestro populista del Estado, infringiendo con ello la derrota de la conciencia social.

Agenda

  • Según la SHCP en el informe sobre la situación económica y la deuda pública correspondiente al tercer trimestre de 2019, la actividad económica de México mostró una desaceleración en su ritmo de crecimiento en 2019.

La economía no crece: el PIB cae 0.4% a tasa anual por primera vez desde 2009. Disminuyen significativamente los niveles destinados a la inversión pública y privada. El gasto de consumo se  estanca, caen las actividades económicas secundarias en 1.8%, en tanto que las actividades primarias (agricultura y ganadería) avanzaron 5.3% y las terciarias (servicios) mantuvieron el mismo nivel.

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