El Sistema Político y de Gobierno ha encumbrado dudas sobradas en torno al déficit de representatividad de los partidos políticos y su capacidad de interlocución y conducción social.

Su crónica debilidad, producto de la lejanía de las bases sociales y del anquilosamiento ante la falta de concreción de la tarea pública, genera desequilibrios en las formas de intermediación frente al poder público y erosiona la validación ciudadana sobre las estructuras institucionales y democráticas; premisas que al deteriorar la toma de decisiones y la armonización societal, amplían los desencuentros sociales.

La decadencia política que sufre el Sistema de Partidos debería ser suficiente lección histórica para amalgamar una nueva fuerza ciudadana y trazar desde los principios de la justicia social, verdaderos programas de partido, donde ser un militante no implique ser sacrificado por la voluntad dirigente, sino la voz que forja el espíritu y la fuerza del partido.

Al respecto Luis Jorge Arnau reflexiona: “…nos urge la integración, la unidad, la reconciliación,…Es inexplicable la insensibilidad y la falta de visión de país. ¿Esperarán quedarse con las migajas de una sociedad descompuesta hasta la destrucción? Ninguno apela al valor de una sociedad integrada, a la importancia de sentirnos parte del país, a la tolerancia, al respeto en la discrepancia.”

Entonces, ¿cómo pueden abandonar los partidos el marasmo sórdido en que se encuentran y construir una propuesta de reestructuración incluyente?

La respuesta es lineal y contundente. Deben reivindicar la democracia partidista; crear elementos de asociativismo y horizontalidad política para que sus bases militantes y los ciudadanos se articulen en una propuesta que retome principios, ideales, programas, acciones y causas de justicia social; edificar una verdadera fuerza política, que no escinda la voz de sus estructuras de la toma de decisiones; y participar en una plataforma partidista abierta, que tanto de jure como de facto, sea capaz de construir una identidad ideológica, nutrida de aspiraciones sociales.

Si admitimos como señala Morlino, que “…los partidos políticos son consustanciales a la solidez de la democracia…”, podremos entender que el cisma por el que hoy atraviesan, se debe al letargo ciudadano por su estancamiento cívico, producto del abandono partidista, y por la derrota auto-infringida en el juego y equilibrio de pesos y contrapesos de los poderes públicos.

En efecto, la crisis de partidos no es un síndrome sino la más pura expresión de un sistema político vetusto, anquilosado y enfermo que agoniza frente al dinamismo y la exigencia de la ciudadanía que demanda refuncionalizar la institucionalidad para hacer de los tiempos de crisis, el porvenir de la ilusión democrática.

En esta crisis del Sistema de Partidos, se profundiza la pérdida histórica de su interlocución y conducción, ya que de intelectuales orgánicos se volvieron ignorantes políticos y gigantes de piedra, que en su verticalidad vieron sólo los intereses de sus cúpulas, dejaron al margen del poder a sus militancias y permanecieron ajenos a la conducción política de la sociedad.

Asimismo, la reducida actuación de diferentes actores políticos y de la sociedad civil; la disfuncionalidad de las estructuras institucionales para encauzar el mandato ciudadano; y la escasa cultura cívico-política, incapaz de construir una masa crítica que propicie la horizontalidad gubernamental, han impedido fortalecer la democracia y la estructura de gobernanza, como custodia del poder público.

En este trazo analítico, debemos precisar que el resquebrajamiento del sistema de partidos, tal y como está en este momento, es la génesis de una democracia incompleta que ha perdido la fuerza para construir un régimen que brinde equidad y oportunidades reales al tejido social.

¿Cuál es el papel que deben desempeñar los partidos políticos de oposición frente a los retos democráticos de la Nación?

Sin duda, no el de comparsa política, sino el de estructuras funcionales, que como interlocutores sociales hagan de la fuerza ciudadana su vocación democrática en un auténtico activismo social, donde la conciencia ideológica sea la fuente motriz e incuestionable del poder soberano del pueblo.

El análisis crítico del escenario político conduce a la necesidad de fortalecer la democratización interna de los partidos, ya que la verticalidad y el secuestro de sus bases militantes por las cúpulas dirigentes, ha sido el factor inequívoco del marasmo en que hoy se encuentran, que al no permitir ni horizontalidad, ni asociativismo en la dinámica de la toma de decisiones, propició la fractura orgánica y la defección tácita o expresa de sus estructuras.

Queremos partidos políticos auténticos, que surgidos de la voluntad ciudadana, emprendan una renovación política basada en la razón y no en la omnipotencia y omnipresencia personalizada; derroten los intereses de las élites dirigentes; y construyan una nueva moral partidista, donde el poder se vivifique en la base militante y se exprese como un todo orgánico que sin distingos, edifique una vanguardia política ciudadana que no menosprecie el valor del pueblo al que pretende representar.

Requerimos partidos capaces de ganar en las cámaras no sólo votaciones, sino también los debates en los que se defina las soluciones a los problemas del desarrollo y el crecimiento del país, y como lo explica Ricardo Haro: “…se necesita una ‘oposición lúcida y clarividente’, en el sentido de que ‘ilumine el proceso político’ a través de la información, la experiencia, el conocimiento, la seriedad y la honestidad. Si los partidos políticos de oposición resultan insuficientes porque han perdido el respeto y credibilidad, habría que mirar hacia los organismos no gubernamentales, los políticos independientes y los ciudadanos que trabajan en otras maneras de refutar a quien está en el poder.”

No hay democracia fuerte con partidos políticos débiles. Tampoco se gobierna al margen del juego de pesos y contrapesos, porque se impide la cristalización de los anhelos de la voluntad soberana, como premisa de toda acción pública.

No podemos obviar el papel decisivo de los partidos políticos en el ejercicio de gobierno, ni el rol del pluralismo político como fuerza de Estado. Estas son dos constantes de la democracia representativa, que aunadas al valor supremo de la participación ciudadana hoy enclaustrada, deben advertir que la fuerza del mesianismo no puede sustituir la voluntad del pueblo.

Agenda

  • El Presidente López Obrador explicó que el subsidio a la gasolina no disminuye su precio debido a que los dueños de las gasolineras se apropian de él, por lo que se establecerá una red de gasolineras del Estado.
  • El Senador Ricardo Monreal, insiste en su iniciativa de Reforma Constitucional para incrementar el número de Ministros de la SCJN para conformar una Sala Anticorrupción, a pesar de que el Presidente López Obrador, ya dijo que no.

Twitter: @Esteban_Angeles

Facebook: http://facebook.com/estebanangelesc

Blog: http://bit.ly/2pTqHZU                                                                  

Correo: angelesceron@hotmail.com