Lo conocí sin poder y no estoy seguro de que sea ahora la misma persona…”. Así resume Mauricio Merino su antigua amistad con Andrés Manuel López Obrador. El profesor del CIDE advierte que con el presidente se está gestando un fenómeno de concentración de poder que no será saludable para una democracia, aunque niega que el tabasqueño sea un déspota: es, afirma, un hombre que “cree lo que dice y dice lo que cree”.

Andrés Manuel López Obrador vivía en una choza en la zona indígena de Nacajuca hace 38 años, cuando Mauricio Merino lo conoció en Tabasco.

“Sentí que éramos amigos en ese entonces”, evoca el profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), quien ahora tiene una relación distante con el tabasqueño. “El poder cambia a la gente, la va cincelando. Conocí a Andrés Manuel sin poder y no estoy seguro de que sea ahora la misma persona”.

Más aún cuando López Obrador tiene tanto poder y legitimidad como presidente de la República, gracias al electorado y al colapsado sistema de partidos políticos, que está dando lugar, alerta, a una nueva forma de presidencialismo y a la reconstrucción de un partido hegemónico con Morena.

“Esta es la parte más delicada: La construcción deliberada, planeada y hasta ahora bien operada de una nueva forma de presidencialismo mexicano; esto es, la concentración del poder en él mismo, a partir de la disciplina que impone no sólo a su gabinete y a su partido, sino el sometimiento deliberado de gobernadores, órganos autónomos, sociedad civil, expertos… todo lo que no sea consecuente con la figura del presidente de la República.”

López Obrador, agrega, no simula el afán de concentrar poder: “Es una estrategia no esbozada, es explícita, es abierta, es un señalamiento inequívoco de estos primeros 100 días de gobierno”. 

–¿Cuáles son las consecuencias de este nuevo presidencialismo?

–Son de pronóstico reservado.

Y esta concentración de poder que ya tiene López Obrador, anticipa Merino, se incrementará en la medida en que se consoliden sus programas sociales basados en la entrega directa de recursos a los beneficiarios.

“Más se va a acrecentar (su poder) una vez que todos los programas de transferencia de dinero vayan prosperando. La gente se siente feliz si le das dinero”, subraya y anticipa: “No creo que los proyectos prioritarios del presidente vayan a tener descalabros, la verdad. Esto va a funcionar, porque distribuir dinero es algo que tiene una larga práctica en México”. 

Insiste en la advertencia: “A todas luces vamos a la reconstrucción de un partido hegemónico. Eso está claro. Todavía no lo es, pero para allá vamos. Y habrá que volver a empezar a construir un régimen plural”.

Consejero en el Instituto Federal Electoral presidido por José Woldenberg y promotor de iniciativas ciudadanas, como la Red por la Rendición de Cuentas, desde la que ha sometido a escrutinio a los gobiernos, Merino convoca, desde ahora, a “despertar del sueño” y definir lo que deberá hacerse tras el gobierno de López Obrador.

“El presidente es mortal, no va a vivir para siempre y el sexenio se acabará y el país debe seguir. Entonces la pregunta que todavía no está contestada, no digo que no se vaya a contestar y que no tenga respuestas, es: ¿Qué va a ser de México después de Andrés Manuel? Porque hoy todo se cifra en él, todo, para bien y para mal.”

Convencido de que “es una tontería” la hipótesis de que López Obrador pretenderá reelegirse, el académico avizora que concluido el sexenio habrá una realidad que deberá ser transformada.

“¿Con qué instituciones vamos a gobernar? El gobierno adelgazado y enjuto, franciscano; la política social convertida en reparto de dinero individualizado, directo; la seguridad con los militares; sin partidos, sin pluralidad, sin sociedad civil, sin universidades consolidadas, sin crítica aceptable, ¿qué va a pasar en México después de Andrés Manuel? ¿Cómo vamos a gobernar eso?”

Insiste, vehemente: “La pregunta no es qué va a pasar con Andrés Manuel, eso ya sabemos. La pregunta es: ¿qué va a pasar después de Andrés Manuel? Necesitamos instituciones políticas, aunque no nos guste la palabra; necesitamos reglas, necesitamos gobiernos, necesitamos un orden democrático razonable para tener un país después de Andrés Manuel. Y eso no se está haciendo”…

Entrevista completa en: Proceso