La tragedia frente a la muerte y la desolación, suele magnificar el dolor de la sociedad y atenuar la razón y la responsabilidad. Sus sombras ocultan la raíz de un orden sistémico complejo, en el cual, algunas acciones sociales suelen desbordar la actuación del Estado.

Tlahuelilpan se yergue en la memoria colectiva como la suma de factores que confluyen en el desencuentro del pasado y del presente, donde los principios de convivencia y gobernabilidad política, enfrentan atrasos culturales y resabios sociales, políticos y económicos, que aunados a la presencia de los poderes fácticos, causan efectos que obstruyen la instauración del régimen de probidad y justicia de un Estado Democrático de Derecho.

Esta realidad socio-política revela la punta del iceberg del México oscuro en el que las prácticas de corrupción e impunidad, trascienden el debilitamiento social y abren el camino insano del desencuentro y la maldad, donde la inconciencia e irresponsabilidad, la negligencia, ignorancia, incivilidad e ingenuidad, apresan al tejido social y desatan los apetitos e intereses delincuenciales del crimen organizado y fracturan la armonía y la paz social.

Las aristas de la tragedia de Tlahuelilpan no son fáciles de explicar y su dramatismo exige del análisis crítico como herramienta para sobreponernos al dolor y al luto que hoy envuelve a la Nación.

La desolación que hoy prima en la sociedad no debe impedir apreciar que en la armonización y distribución del poder público, la conciencia ciudadana y la gobernabilidad política, son vectores imprescindibles que activan la horizontalidad y el asociativismo ciudadano como elementos de articulación de la tarea pública. En ellos, subyacen los vasos comunicantes de la legitimidad, la credibilidad y la confianza institucional, cuya correlación permite trascender el ejercicio de gobierno y garantizar la unidad societal a través de la participación ciudadana.

En esta lógica, la realidad social nos invita a admitir que la falta de estructuras comunitarias y la desigualdad social, imperan como flagelo sistémico, incuban vacíos en los sujetos sociales que los hacen vulnerables de caer presas del crimen, que convertido en la única oportunidad para subsistir, provoca la descomposición del tejido social y condiciones de ingobernabilidad.

Un pueblo pobre, desigual y marginado de los elementos vitales de la educación y la cultura, se encuentra en la indefensión de la conciencia, porque ha sido minado para pensar, escindido del desarrollo y la dignidad, violentado en su futuro histórico, e impedido de acceder al desarrollo y la seguridad humana a la que tiene derecho.

¿Qué requiere el proyecto de Nación para garantizar su construcción desde la conciencia social?

El Estado en su realidad compleja, tiene que admitir que no ha logrado generar las oportunidades que exigen los sujetos sociales; corregir sus contradicciones internas y el anquilosamiento institucional y de partidos políticos; las anomias de los poderes fácticos que se nutren de la corrupción e impunidad que propician el pillaje social del que hemos sido testigos en Tlahuelilpan y obstruyen los intentos por crear un camino común que permita dignificar a la sociedad, derrotar no sólo la inconciencia y la irresponsabilidad ciudadana, sino superar el creciente empobrecimiento cultural que castiga a los hombres y los condena a un destino manifiesto: el de la desolación y el desamparo.

En esta estela amarga el gobierno juega un papel vital. Debe garantizar que la instauración de la probidad no dé pasos de ciego y que cada medida y acción que se pretenda instaurar sea planeada y consensuada, brinde certidumbre y garantice inclusión social, para hacer del quehacer gubernamental un ejercicio de todos y construir la conciencia de la horizontalidad, lo mismo para una política pública, que para un programa que nace de la voz del pueblo.

Un proceso socio-gubernamental fincado con esta visión compartida y comprometida del quehacer público, se edifica de abajo hacia arriba como debió haber sido siempre y no desde la institucionalidad impuesta y vertical que mancilla la democracia, destierra al ciudadano, y provoca que el pueblo desborde los cauces legales y haga del vandalismo tierra de nadie.

Es inconcebible que la tragedia de Tlahuelilpan se pretenda convertir en “Fuente Ovejuna”. Al respecto, resulta esperanzador que el nuevo Fiscal General de la República haya comprometido que en las investigaciones, tendrán que declarar autoridades federales y militares y también deberá considerar que la Cámara de Diputados oportunamente citó a los titulares de PEMEX, Secretaría de Energía, Secretaría de Hacienda y Procuraduría Federal del Consumidor a que dieran cuenta de la estrategia que estaban operando para combatir el robo de combustibles, ya que su desabasto estaba ocasionando daños cuantiosos. Los funcionarios citados nunca llegaron ni dieron explicación alguna que permitiera apreciar la claridad y eficacia de las estrategias; valoración que quizá pudo haber evitado que más de un centenar de personas perdieran la vida.

Es imprescindible aprender que la tragedia de Tlahuelilpan, que nos anuda la garganta y plasma con nitidez dantesca el sufrimiento humano, impone entender que construir un gobierno de todos no puede ser un acto fundado en la voluntad política, sino en la articulación planeada y objetiva del ejercicio público.

Hoy, que el Presidente López Obrador reitera que el pueblo es bueno y que su pobreza y desamparo lo han llevado a ser presa de la angustia y del pillaje, es necesario considerar que el correlato de la conciencia y la gobernabilidad política sólo es posible cuando el Estado dignifica y reconcilia a la sociedad desde la educación, el civismo, la cultura y la igualdad de oportunidades, componentes que hacen de la dignidad humana pan y alimento patrio, como verdaderos signos de un pueblo que tiene rumbo y esperanza para construir, desde la fuerza ciudadana, su devenir.

Hoy irrumpe en la memoria histórica la desolación ciudadana, martirizando a un pueblo que no necesita ser mártir, sino edificar desde la conciencia y la gobernabilidad política, su futuro promisorio.

Agenda

  • El Presidente López Obrador anunció una inversión millonaria en favor de 91 municipios que colindan con los ductos de PEMEX para crear fuentes de empleo y propiciar el desarrollo económico y social.
  • Dio inicio el Foro Económico Mundial de Davos Suiza con el tema “Globalización 4.0: conformando una arquitectura global en la era de la cuarta revolución industrial”. Entre otros mandatarios asistieron la canciller alemana, Ángela Merkel; el príncipe Guillermo de Inglaterra; los primeros ministros de España, Japón e Israel, Pedro Sánchez, Shinzo Abe y Benjamín Netanyahu, la delegación de México, la encabezó la subsecretaria de Comercio Exterior de la Secretaría de Economía, Luz María de la Mora.

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