Por: María Amparo Casar
Como radioescucha y colaboradora de ese espacio juzgo que la desaparición de su noticiero empobrecerá de manera sensible la oferta informativa y de opinión de este país. Sobre todo, empobrecerá aún más algunas de las virtudes de la democracia que los mexicanos, salvo contadas excepciones, hemos sido omisos en cultivar: la deliberación pública, el debate y la pluralidad.
Estas virtudes son las que rebosaron en la primera emisión de Enfoque Noticias. Todos los días de seis a diez de la mañana nos regaló un noticiero que nos permitía llegar a nuestros lugares de trabajo informados, con la certeza de que lo que escuchábamos ahí no daba entrada ni por equivocación a las fake news y con argumentos que ayudaban a normar nuestro criterio de lo que ocurría en el país y en el mundo. Su único defecto, si así lo quisiéramos llamar, era que nos forzaba a poner en duda nuestras certezas. Nos obligaba a ponderar, a reconsiderar y a cuestionar nuestras creencias, preconcepciones y hasta nuestras convicciones.
Sobra decir que en todos estos años Leonardo gozó de una gran libertad para dictar la línea editorial de los segmentos noticiosos de Radio Mil. No hubiese podido ser de otra manera; no lo hubiese permitido. Nunca entendió esa libertad como militancia. Gracias a ella armó un noticiero diverso, inteligente, culto y plural. Utilizó su libertad con prudencia y mesura. La utilizó para darle voz a todas las causas, a todos los actores, a todas las líneas de pensamiento. Nunca supe que le cerrara el micrófono a persona o tema alguno. La censura, simplemente, no formaba parte de su vocabulario, menos aún, de su noticiero.
Me cuesta trabajo narrar en tan pocas palabras cómo labró el éxito de Enfoque Noticias. Pienso en las siguientes: la cuidadosa forma en que curaba sus notas; la mirada internacional que negaba el chovinismo, entendido como el aprecio desmesurado de lo nacional con desprecio de lo ajeno; las novedades literarias siempre presentes; la ventana hacia la competitividad de todos los miércoles, la participación de la visión empresarial, la representación de los jóvenes, la historia como referente obligado, los problemas cotidianos de los mexicanos independientemente de su condición o clase, la ciencia y la educación como parámetros del progreso. Así podría seguir.
Quien quiera que haya conocido a Leonardo personalmente o como radioescucha sabrá de su solidez académica, de su maestría en el lenguaje, de su amplia cultura y de su condición de hombre universal. Rara combinación de intelectual, periodista, comunicador y conductor.
Participé con él en la que me gusta pensar como la “famosa tertulia de los jueves”. Cada semana durante 12 años la tertulia nos reunió a Ricardo Raphael a él y a mí para debatir con entera libertad. Incluso, para combatir y hasta para reñir. No era fácil sentarse a esa mesa. De un lado un conductor exigente, con opiniones firmes, con argumentos sofisticados, con una cultura aplastante y con gran sabiduría. Del otro, un colega con fuertes convicciones, con pruebas difíciles de refutar, con información pura y dura y con gran pericia en el juego de la esgrima. Me forzaron a ser una mejor analista.
Había que prepararse para el juego. Leonardo exigía pocas cosas, pero había una que no perdonaba: el rigor. El deber para con el público de un debate informado y fundamentado.
Hasta el jueves pasado en el que nos trenzamos en un debate sobre la (im)pertinencia de la propuesta de eliminar el financiamiento público en las campañas de 2018 la tertulia siempre fue un reto. Mañana dejará de serlo. Leonardo no podrá volver a decir, “este jueves, para fortuna nuestra, la tertulia con Ricardo Raphael y Ma. Amparo Casar”.
Disfrutamos de ese espacio de libertad por el que agradezco a Leonardo Curzio y al señor Edilberto Huesca que nos prestó su casa durante 12 años. Ahora, termina un ciclo del que tuve el privilegio de iniciar y terminar.
Lamento que se cierre ese espacio de pluralidad a unos meses de que comience uno de los procesos electorales más interesantes de la vida política nacional. Lamento que salga del aire no sólo la tertulia que al fin y al cabo ocupaba un espacio de 40 minutos a la semana, sino un noticiero que hubiese sido referente por la apertura, pluralidad y capacidad de convocatoria de su conductor. Un proceso que requerirá de voces diversas, heterogéneas, críticas y propositivas. Un proceso que exigirá de una buena dosis de deliberación pública.
Estoy segura de que la carrera profesional de Leonardo seguirá cosechando lo que ha sembrado: aprecio, respeto, integridad y profesionalismo. Lo despido con la frase con la que nos despidió a sus seguidores todos los días: ¡sea usted rabiosamente feliz, se lo merece!
Fuente: Excélsior