Iniciamos el mes de octubre y en esta ocasión la fecha de publicación de nuestro boletín cae justamente en 2 de octubre. Hace 49 años que tuvo lugar el movimiento estudiantil de 1968. Estas movilizaciones fueron un parteaguas en la sociedad mexicana. Para muchos, el inicio de la conformación de una sociedad crítica a las acciones de su gobierno. Los jóvenes jugaron un papel fundamental, pues fueron ellos los que elevaron la voz y los que no se detuvieron, a pesar de los riesgos que corrían para enfrentarse a la injusticia y a la impunidad. Han pasado muchos años y siempre se menciona que esta fecha no puede olvidarse; sin embargo, las injusticias, la impunidad y la inequidad no han logrado ser resueltas, aunque una y otra vez se ha tratado de alzar la voz y se ha mantenido, de algún modo, la exigencia por una sociedad más justa.
¿Qué ha fallado? ¿Qué nos ha faltado para lograr que los canales entre la exigencia social y las acciones del gobierno se hablen y logren reflejar el sentir de los mexicanos? Por supuesto, que en todo este tiempo se han logrado avances. Por ejemplo, las tecnologías de la información han jugado un papel determinante en poder estar documentando irregularidades en las decisiones gubernamentales. La transparencia y el acceso a la información ahora nos permiten conocer muchos datos a los que antes era prácticamente imposible acceder. Sin embargo, los esfuerzos no han alcanzado y la realidad es que, con todo y avances, no hemos logrado resolver problemas de fondo como la corrupción, la impunidad, mecanismos eficaces de impartición de justicia, violaciones a derechos humanos, inseguridad, entre otros. A pesar de las coyunturas en las que podríamos transformar de fondo el rumbo del país, no quedamos una y otra vez en esfuerzos que se van diluyendo con el paso del tiempo, que contribuyen, pero no alcanzan.
Los desastres naturales que vivimos en el mes de septiembre, vuelven a ponernos en esa coyuntura en la que volvemos a tocar fondo. La sociedad salió de nuevo a la calle con una finalidad clara: ayudar a otros en lo que fuera necesario para salir de la emergencia. Conforme pasan los días y se vuelve a una relativa normalidad, el gobierno ha comenzado a diseñar estrategias para resolver las formas más adecuadas para ayudar a la reconstrucción de las ciudades afectadas. No obstante, el año electoral que ya inició, hace que todas estas acciones y la participación de los actores políticos se lean como oportunistas e insensibles ante una desgracia mayor.
La sociedad, por su parte, se está organizando con la creación de algunos fondos privados, en los que no se quiere que el gobierno esté involucrado. La promesa es que así, sí se puede garantizar que los recursos lleguen a donde se requiere. Sin embargo, también pueden ser capturados. Quiero insistir en que esta emergencia puede convertirse en una oportunidad para que gobierno y sociedad se hablen, el tamaño del problema apremia un esquema donde la transparencia en el ejercicio de cualquier recurso sea impecable. Es necesario que todos los esfuerzos de reconstrucción, cuenten con mecanismos claros de rendición de cuentas, que abran la información al máximo y que contribuyan a que se coordinen esfuerzos en beneficio de la gente y no pensando en quién ganará más reflectores.
Se requieren reglas claras, esfuerzos coordinados para aprovechar de la mejor manera cada peso que se ejerza para la reconstrucción. Hoy, como nunca, la emergencia exige que nos hablemos entre todos, que limemos asperezas y que encontremos los mecanismos para evitar que la corrupción y la impunidad se filtren en esfuerzos loables para la reconstrucción del país. Hoy, como hace 49 años, se requiere que el gobierno y todos los actores políticos escuchen a la gente, pero también se requiere que la sociedad abra las puertas a los que tienen el mandato para que los ayuden a hacer bien las cosas. Falta mucho por ver, estamos ante una coyuntura muy compleja pero de la cual, si aprendemos bien la lección, podremos madurar y transformar de fondo a nuestro México tan lastimado.
Directora Ejecutiva de la RRC