No tengo la mejor opinión del hoy electo nuevo presidente del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI).  Pero eso no interfiere en mi análisis sobre su nombramiento y lo que ello implica para ese organismo autónomo en los próximos tres años.

Si ubicáramos en la geometría político-partidista a los cuatro comisionados que se inscribieron para relevar a Ximena Puente, tendríamos que en la izquierda digamos pro-perredista estaría Oscar Mauricio Guerra Ford, en la derecha pro-panista el susodicho Francisco Javier Acuña Llamas y en la centro-derecha pro-priistapeñista Patricia Kurczyn Villalobos y Eugenio (Rosendoevgeny oficialmente) Monterrey Chepov.  Esto no es mera ociosidad, sino contextualización que puede explicar la decisión final a favor de Acuña.  Así como el hecho de identificar que la correlación de fuerzas en el Pleno del INAI es favorable, cuatro contra tres, a aquellos que tienen tendencia oficialista, respecto de los que no.  Insisto no hay aquí intensión de descalificar a nadie sino sólo de clarificar el contexto político.

Llamo de tendencia oficialista a aquellos comisionados que en sus posturas al interior del pleno se identifican más con las posiciones del gobierno que los que no.  Cosa que no es una apreciación subjetiva, están ahí sus votos en casos delicados e incluso sus manifestaciones públicas.

Recuerdo precisamente un tuit del Comisionado Acuña en el que decía haberse sentido bien en un restaurante de su tierra, Zacatecas, salvo que se había encontrado una desagradable fotografía de la ex gobernadora perredista Amalia García. Preocupado le pregunté por qué y desde luego no contestó. Cosas por el estilo me hicieron dejar de seguirlo en dicho microbloging, aunque él lo hizo primero conmigo. Nada se pierde claro está.

Bueno el caso es que, reportan las notas periodísticas que en la primera ronda de votaciones el ahora presidente obtuvo un solo voto (supongo que el suyo propio), mientras que los otros tres candidatos dos votos cada uno (supongo que por Guerra voto él mismo y Areli Cano, que por Kurczyn votaron ella misma y Joel Salas; y que por Moterrey votó el mismo y Puente).  Y hago estas suposiciones porque hay que recordar que es una votación, ¡vaya ironía!, secreta.  Finalmente supongo que para la segunda ronda, los votos a favor de Guerra se mantuvieron y el del resto de los comisionados se modificó a favor de quien menos votos tuvo en la primera ronda.  Es decir logró el consenso quien menos conflicto interno parece asegurar.  O visto de otra manera, en los extremos estaban, por un lado Guerra y del otro lado Monterrey y Kurckzyn. Así la salomónica decisión fue Acuña.

No es esto realmente difícil de entender si consideramos sus palabras iniciales en el primer apartado que denomina “razones de una aspiración” (que por cierto no identifico alguna) del programa que presentó que dicen: “Debo confesar que no estaba completamente convencido de elaborar un programa a modo de plan de trabajo para ser considerado entre mis colegas para ocupar la presidencia.”  Es decir que parece que no tenía en mente aspirar a dicho cargo en esta ocasión pues por el tiempo que está nombrado como comisionado (hasta el 2023) podría hacerlo en el 2020, seguro pensando que Monterrey o Kurckzyn tenían más posibilidad de ser nombrados.  Pero inteligente que es, no tengo duda de ello, y probablemente analizando el caso con actores políticos externos al INAI, vio que en una posible pulverización de los votos él podría, como fue, resultar ganador.  Nada que alguien con tres dedos de frente no entienda en esto del juego de la política que algunos melosamente prefieren llamar democracia.

Pienso que Acuña no tiene la estatura o el perfil intelectual que a algunos, como a mí, nos agradaría que tuviera quien se encuentre al frente de esa institución tan importante.  No sé, pienso en gente como Jacqueline Peschard  o el propio Alonso Lujambio (+).  Ximena Puente tampoco la tenía.  El ideal, en mi humilde opinión, era Joel Salas, o por trayectoria Oscar Guerra.  Pero repito la coyuntura no es propicia para tener esa calidad al frente del organismo. Salas, con enorme sensibilidad política, ni siquiera se inscribió y Guerra Ford, valiente y comprometido él, lo ha intentado por segunda ocasión sin éxito pero, repito comprometido con el tema desde que estaba en el INFODF.

No ahondaré en el tema, pero cuando hablo del perfil bajo de Acuña me refiero a que no muestra consistencia discursiva principalmente.  Muy notorio es su problema gramatical de tipo semántico en sus artículos de opinión, que son por lo general conjuntos apretados de lugares comunes, frases hechas y slogans.  Una muestra de esto que digo la pueden ustedes ver en el propio programa que presentó, tan desordenado, donde confunde la palabra “colegio” por “colegiado” en la primera página.  Por cierto pienso que el más consistente de los programas es el de Guerra, seguido por el de Monterrey y el de Kurckzyn, en ese orden.

A pesar de ello habría que ver, qué de lo que dijo en su propuesta realmente lo retoma para su próximo accionar, o cómo incluye lo planteado por sus pares para definir su línea de acción.

Tendremos entonces, para lo que resta del peñismo y los dos primeros años del nuevo sexenio, que el voto de calidad y la imagen institucional no cambiará.  Seguirá tal cual se ubica ahora en la medianía.

Desde luego, deseo fervientemente que Francisco Javier Acuña me cierre el pico y el INAI no sólo se consolidé como dice él, sino que se convierta en referente central, no centralista, de toda la política de transparencia que este país necesita para llegar a la mitad del presente siglo viviendo en una sociedad decente (Avishai Margalit dixit), menos desigual y con plena justicia social.

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