Tres estampas de una elección miserable y tienen que ver con la explotación de las miserias de la gente. Si la democracia tiene fallas, los comicios de junio en el Estado de México las condensan todas. Y estas elecciones serán el laboratorio de lo que ocurrirá en nuestro país durante las presidenciales del año próximo.

Primera estampa: es viernes por la noche en el hospital general de Valle de Bravo. Fuera del área de urgencias aguardan a tener noticias unos veinticinco familiares. Adentro una paciente espera a ser curada de una herida en la cabeza, otro trae la presión muy alta, un tercero grita de dolor debido a una fractura expuesta y uno más llegó con la lengua dormida porque le picó un alacrán.

Las enfermeras van y vienen. Una grita: “Elizabeth Reyes. Pariente de Elizabeth Reyes”. Un muchacho joven que podría ser hijo o hermano de la paciente se acerca a toda velocidad. La mujer vestida de blanco le dice: “Anota, dos jeringas, una botella de alcohol y unas gasas”. El muchacho da las gracias y pega la carrera hacia la salida del hospital.

Frente a la puerta de cristal de la sala de urgencias hay un cartelito que da aviso sobre la insuficiencia de material médico que padece el hospital. Añade que la farmacia ubicada frente al estacionamiento abre las veinticuatro horas para abastecer a los necesitados. Gran negocio el de esa farmacia que subsidia a ese hospital público. Pésimo hospital público que no tiene para gasas ni jeringas.

Fuera de la sala de urgencias esperan sentados sobre el asfalto los familiares de los pacientes porque ese hospital no tiene tampoco recursos para bancas o sillas donde los buenos samaritanos puedan aguardar noticias con cierta comodidad.

Segunda estampa: por tercera ocasión consecutiva en nueve años el centro de Valle de Bravo está estrenando adoquines. Cada vez que llega un presidente municipal se vuelve prioritario cambiar las piedras de la plaza principal y agrandar las banquetas aledañas. No es que el mobiliario urbano anterior estuviera en mal estado, el tema es que cada vez que cambian de adoquín hay una autoridad y un constructor que hacen negocio.

Así sucede en muchos centros, de muchos pueblos, de hartos municipios en todo el país. La obra pública no se prioriza en función del conjunto de necesidades sino de la oportunidad que brinda para cometer actos de corrupción. Una de las fórmulas más socorridas para robar dinero al erario público es subirle los costos a una obra innecesaria, pagar la factura al contratista desvergonzado y que éste comparta luego sus ganancias con el político que hizo el favor.

Tercera estampa: Juan Tola cumplió a penas los 18 años así que tenía pensado votar por primera vez este verano en las elecciones para gobernador del Estado de México. Sin embargo, hace un par de semanas dos “promotores del voto” llegaron a tocar la puerta de su casa para proponerle un negocio.

Le ofrecieron dos mil pesos a cambio de que les rentara su nueva credencial de elector. “¿Para qué la quieren?”, preguntó el reciente ciudadano. “Ese no es asunto tuyo”, respondieron los visitantes. “¿Quieres o no quieres los dos mil pesos?”.

“Déjeme pensarlo y les digo luego”, respondió el muchacho.

Juan vive en una comunidad pequeña del municipio así que rápido se enteró de que a muchos vecinos les habían ofrecido antes el mismo trato: “rentar la credencial a cambio de dos mil pesos”. El compromiso es que pasados los comicios esos promotores de la democracia devolverán en buen estado el documento de identificación.

Juan pregunta a sus cercanos para qué servirá a esas personas su credencial. Los mayores responden que así sucede en cada elección. Esos señores saben darle vuelta a las leyes para hacer que todos los que hayan rentado su credencial terminen votando por el mismo partido.

La casilla donde iba a votar Juan suele tener representantes de una sola fuerza política y los funcionarios electorales no son ciudadanos en los que pueda confiarse.

ZOOM: Los dos mil pesos que se necesitan para rentar una credencial de elector salen del sobreprecio impuesto sobre el adoquín de las plazas y también de la tesorería de los hospitales que no cuentan con jeringas, gasa, ni alcohol.

Fuente: El Universal