México enfrenta los tiempos difíciles de un escenario geopolítico internacional complejo, donde prima la incertidumbre. Desde Washington, el extravío de la razón política es confundido con la defensa de la soberanía nacional del opresor, quien intenta imponer y desplazar sus fracasos económicos como potencia hegemónica advirtiendo que el patíbulo decapitará a los migrantes para extirpar los males que aquejan a su país.
La criminalización de los migrantes mexicanos es un asunto que vulnera la dignidad humana; violenta y excluye el valor de la vida; y cosifica a los trabajadores migrantes como sujetos antisociales y como agresores externos e infrahumanos del patrimonio de los norteamericanos.
Esta condición permite al establishment, perseguirlos desde el argumento de preservación de la “Seguridad Nacional”, y negarles el acceso y disfrute de los bienes socialmente apreciados, que ellos mismos construyen, en una sociedad proclive a la desigualdad, el clasismo, la xenofobia y el racismo, al amparo del discurso sórdido y ficticio de la democracia y la libertad.
En este escenario, los mexicanos debemos recuperar la memoria histórica sobre la escisión de las fuerzas políticas, que en 1914 hicieron prosperar la intervención norteamericana. La lección fue amarga, parece olvidarse, pero no puede repetirse.
Es necesaria una “Concertación Nacional Progresista” que marque la ruta y estrategias para la unión de los mexicanos para no dejar acéfala la fuerza ciudadana, ni debilitar la acción social.
Hay que sumar a la creciente indignación social frente a la agresión del gobierno norteamericano, la fuerza espontánea de la ciudadanía, que reactivamente se ha manifestado abriéndose al apoyo del gobierno.
En este trazo de resignificación política nacional, se debe evitar una errónea lectura de las coordenadas sociales que soslaye el valor de la ciudadanía activa.
La verdadera fuerza del Estado y el equilibrio del orden sistémico, se encuentra en la sociedad organizada.
Debilitar sus estructuras, no sólo erosiona la voluntad y confianza del pueblo en sus instituciones y representantes; evidencia un autoritarismo ciego de quienes pretenden imponer la atomización y el quebranto social, para obtener dividendos políticos dándole la espalda al ciudadano.
Como estructura de ciudadanía activa, el CCCEH vertebra una fuerza regional incuestionable de gestión ciudadana, dispuesta a apoyar y colaborar en la creación de estrategias, que desde la autocrítica y el replanteamiento de las acciones entre ciudadanía y gobierno, propicien la vanguardia de protección a los connacionales y sus familias en un “Plan Integral de Defensa al Desarrollo Humano”.
Nuestro compromiso es claro e irrefutable. No se hace gobierno vulnerando los intereses del pueblo. Ni se construye ciudadanía al margen del apoyo al gobierno.
Empero, el argumento implícito de las élites del poder y su politiquería es evidente. Empoderar al pueblo es visto como la Cabeza de la Hidra, que disputaría el control político-social del establishment, donde algunos actores de una clase política sin visión de país y enfrascada en defender intereses partidistas y personales, se ha enquistado en el poder público que le pertenece al ciudadano, impidiendo que el Estado Democrático de Derecho y el mandato de la soberanía que reside en el pueblo lo emancipe, utilizando las instituciones y los poderes públicos para preservar el porvenir de sus canonjías políticas.
Es necesario que las fuerzas políticas escuchen la voz del pueblo. No cabe duda que sin moralización institucional y servidores públicos inescrupulosos, la política carece de todo sentido, porque se convierte en el usufructo sórdido de cofradías de poder, cuyo anquilosamiento obstruye la armonización de la tarea publica apoyada en la corrupción e impunidad, cuyo flagelo lleva al desánimo social y a la ingobernabilidad.
Como lo he referido múltiples veces en este espacio, no es posible que los representantes populares vayan en contra de la voluntad del pueblo, ni que socaven el espíritu de concordia y el apoyo a las instituciones, obstruyendo la participación ciudadana, queriendo extinguir o maniatar a sus estructuras sociales.
Advertir este escenario implica entender que la fuerza social sólo es posible allí donde el ciudadano cuenta con instituciones funcionales que potencian su asociacionismo; donde la partidocracia no se prostituye por una curul o puesto de elección popular; donde la democracia es un horizonte de oportunidades sociales, y no el juego ciego del sectarismo y autoritarismo político, que parece mirar al proceso electoral de 2018, sin advertir la fuerza valórica de la ciudadanía activa.
Si las fuerzas políticas entienden su deber desde la conciencia social, la Nación no puede temer al agresor extranjero, porque la visión unitaria de la patria nos hace una sola fuerza; el mismo crisol que enfrentó con orgullo y dignidad la agresión de las compañías extranjeras en 1938, y que hoy, como entonces, parece volcarse en la indignación del pueblo.
En este escenario, la retórica y la demagogia no tienen cabida, sólo alentarían el descontento ciudadano.
¿Qué se requiere para afrontar este momento amargo que amenaza a la Nación?
Es necesario realizar una Convocatoria Nacional para la Defensa de la Soberanía, a través de una Concertación de Solidaridad Nacional, que de abajo hacia arriba, construya desde la corresponsabilidad en la toma de decisiones de los diversos sectores de la sociedad con el Estado, las estrategias que fortalecerán y potenciarán las oportunidades de la Nación.
El primer gran paso es fortalecer las estructuras ciudadanas desde su base de conformación comunitaria y vecinal, al tiempo que se profundice la ciudadanización institucional, marcando la pauta de una nueva cultura política caracterizada por la creciente interacción asociativista del Estado.
Debemos horizontalizar la política y refuncionalizar las estructuras institucionales a través de una reingeniería constitucional sustentada en la fuerza de las estructuras y la participación ciudadana, que haga valer el Estado Democrático de Derecho, para que prime la legitimidad de las acciones del ejercicio de gobierno, y para que la voluntad del pueblo sea la esperanza de la Nación.
Agenda
- Treinta y cinco profesionales de la salud mental en una carta a The New York Times, señalan el evidente desorden mental e inestabilidad emocional del Presidente Trump, por su “incapacidad para empatizar con las ideas de otras personas”. Su manifiesta intolerancia e imposibilidad de aceptar puntos de vista distintos a los suyos, lo conduce a “distorsionar la realidad para adaptarla a su estado psicológico, y atacar a aquellos que ponen en evidencia sus acciones, como a periodistas y científicos”, Francisco Martín Moreno http://bit.ly/2mbmCNx
- Se presentó la Cuenta Pública de 2015 por el Auditor Superior, Juan Manuel Portal, la que señala que 165 mil millones de pesos, no fueron usados de manera correcta.
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