Tan acostumbrados estamos a los disparates de Peña Nieto, que lamentablemente, parecen ya una especie de sketches, cómico-dramáticos de lo que vive el país.

Es así porque con ello, el susodicho, degrada la figura presidencial o del estadista que tendría que ser a un personaje tan común como paradigmático del mexicano promedio.  No ha sido el único, Fox y Calderón, fueron muy parecidos en su comportamiento público o lo que de su privacidad de hizo público en el encargo.

Por el título de la reflexión de hoy se entiende que a lo que nos referimos es a la contrapropaganda gratuita que Peña hizo al famoso refresco, de consumo global, pero antes de ir al caso quiero dejar más clara la idea del párrafo anterior.

Como todo desatino que comete tiene una proyección inmediata y masiva en el ciberespacio, gracias a la autocomunicación de masas que permiten las comunidades virtuales en internet, centralmente Facebook y Twitter, entonces sus repercusiones o ecos van desde la profusa elaboración de memes, hasta artículos de opinión, como éste, que tratan de profundizar un poco.

Resultando de dicho ejercicio, nos damos cuenta que quien ocupa el cargo de presidente de este país, parece encarnar a la perfección, los aspectos negativos del común de los mexicanos.  Es decir, no lee y por lo tanto no tiene la cultura suficiente como para entender la problemática social.  Tampoco sabe un poco de inglés para medio defenderse cuando lo escucha, aunque tarareé con entusiasmo rolas en ese idioma, desde las clásicas de The Beatles o de Credence Clearwather revival, pasando quizá por las de Michael Jackson, hasta las de Justin Bieber o Adele.  Escucha la música popular, de Banda Max por ejemplo y por lógica cree que Julión Álvarez es un ejemplo para la juventud mexicana.  No le interesa lo público y por lo tanto no sabe que el artículo sexto constitucional le garantiza su derecho al acceso a la información pública y que el Instituto Nacional (antes Federal) de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos (INAI) es el órgano garante en la materia; recordemos los aprietos del entonces recién estrenado presidente sólo para definir lo que significaban esas siglas.  No conoce al país, no tengo datos de alguna encuesta, pero puedo asegurar que la enorme mayoría de los mexicanos casi no ha viajado, por lo tanto pedirles que se sepan las ciudades capitales de las entidades federativas es criminal, puesto que tendría que recordar cuando le pedían en la primaria que se las aprendiera de memoria, sin saber bien a bien para qué.

Ese es el mexicano promedio y Peña lo encarna, para desgracia nuestra, a la perfección.  Incluso uno de los recientes escándalos en que se vio envuelto lo constata para el sector de los que hemos obtenido un título profesional.  Se le descubre que plagia su tesis y la máxima de perfil bíblico inmediatamente se nos aparece: “El que éste libre de plagio que lance la primera tesis”.  Y si pensáramos en el valor social o la utilidad de las miles de tesis que se ha hecho por los profesionistas mexicanos, no lo duden, pocas serían lanzadas a los estantes del conocimiento académico y científico.

El caso es que tratando de quedar bien con los administradores de la Coca Cola, ha dicho que él consume sus productos, con lo que justifica a la enorme mayoría de la población del país que también lo hace tomando refrescos y no agua, como la haría alguien bien informado de lo que establece la “jarra del buen beber”.

Pero eso se lo dejaríamos a los expertos en la materia que con estudios han demostrado la relación entre la ingesta de esas bebidas con la obesidad y la diabetes.

Nosotros sólo queremos llamar la atención en algo que Alejandro Calvillo en el Cuaderno de Transparencia 19 (creo que lamentablemente el INAI ya jubiló esta colección) titulado El acceso a la información en la sociedad de consumo: de la comida chatarra a los productos milagroSeñaló y eso es lo que realmente importa, en sus conclusiones que: “El acceso a la información en materia de alimentos y bebidas es un requisito para preservar la salud.”

En ese trabajo podemos constatar que la coca (incluyendo la ligth) forma parte de lo que se conoce como comida chatarra.  La forma en que esta y otras empresas se han hecho de consumidores es a través de la publicidad engañosa y el ocultamiento de la información nutrimental de sus productos.  Por ejemplo el caso de la porción, que contiene una botella de 600 mililitros.  Su etiqueta informa de una porción de 200 mililitros por lo que el consumidor difícilmente hace la suma correspondiente para darse cuenta que tomará 63 gramos de azúcar, es decir más de 12 cucharaditas.  Cuando lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud es la mitad de eso.

Pero ello el mexicano de a pie no lo sabe.  Y Peña menos.

E mail: ccirior@yahoo.com.mx

twiter: @ccirior