Dos casos me han llevado nuevamente a pensar en que si queremos socializar realmente el tema de la transparencia en nuestra sociedad mexicana, que lamentablemente ejerce una ciudadanía pasiva, como la ha descrito Guillermo O’ Donell, debemos partir de lo que interesa en la cotidianidad.

El primero es un artículo del sociólogo Alejandro Calvillo, sobre la problemática que se está viviendo con los ataques del gobierno mexicano, siguiendo los intereses de los grandes industriales del tequila, a los productores artesanales de mezcal. Y el segundo son un conjunto de crónicas y comentarios alrededor de la reciente presentación en México de José Tomás, máxima figura del toreo español y al parecer mundial.

Cuando conocí a Alejandro, que realiza un valeroso trabajo en la organización “El poder del consumidor”, y platiqué con él ampliamente luego de la presentación del Cuaderno 19 de Transparencia (por cierto parece que el último) publicado por el entonces IFAI, en Tlaxcala en 2012, confirmaba la idea de que hay información en la sociedad que si bien no es pública, es decir no es resguardada por alguna entidad estatal, afecta igual a la gente cuando se maneja en los oscuros salones de la opacidad.

Aunque en el caso del mezcal sí hay intervención negativa del gobierno y los legisladores, el fondo del asunto es que se oculta información básica de los productos que se consumen en perjuicio, insisto, de la gente. Cuestión que de manera excelente argumenta en el cuaderno citado arriba Alejandro Calvillo.

A partir de ello decidí, como Comisionado de la CAIPTLAX, promover junto con el Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino dos eventos que denominamos “Mitos y transparencia en la Fiesta Brava” para, tomando esta actividad cultural concreta, promover, dijimos entonces, el “derecho a saber de los aficionados” a esos eventos taurinos, centralmente las corridas.

Y es que escuché muchas veces a mis amigos aficionados (yo no lo soy) quejarse de que casi siempre los toros que se lidian no cumplen con los requisitos de pesar, creo que más de cuatrocientos kilos, y tener más de cuatro años de edad. Es decir se oculta esta información violentando su derecho a saber, llega la corrida y lo que sale al ruedo, dicen los conocedores, molestos, son “perros con cuernos”.

Ha escrito Salvador Camarena, en El Financiero, un artículo que ha titulado “¿Pagar 8 mil dólares por ver a José Tomás?”, comentando los despropósitos que ocurrieron con la reventa de los boletos en la Plaza de toros México, el domingo pasado en la reaparición del torero español, y concluyendo con dos pequeños párrafos, que digo yo, tiene que ver con la falta de transparencia en la llamada fiesta brava: “Y es que la México lleva muchos años sin dar ni quitar nada. Demasiados años de Julis y Simis. Demasiados de ver toros que uno confunde con novillos (¿o era al revés?) Pero si en una de esas de la puerta de chiqueros sale un toro-toro, y si en una de esas toca en suerte a Tomás… ¡Cuánto dijeron? 8 mil dólares. Ufff.”

Igual Carlos Crivell en el portal Pureza y emoción. El portal hecho por y para los aficionados, escribe una crónica de dicha corrida que titula “¡¡Padre, padre… Se ha caído el Santo del altar!!” En la que considero los mitos (eso dicen algunos amigos que es José Tomás) de la tauromaquia aparecen nuevamente y de alguna manera considero se pueden combatir con transparencia. Les comparto igual el párrafo final para que hagan sus propias conclusiones: “Así terminó una tarde en la que cada uno salió por distinto rumbo: el triunfador con un triunfo falso, el Santo venerado con los bolsillos llenos y su servidor con los bolsillos vacíos, la afición sepultada y el corazón partido.”

Finalmente me remitiré a una entrevista concedida por Joaquín Sabina en la que declara: “Creo que hay muchísima ignorancia entre los antitaurinos…” Y entonces pienso y así lo posteo en Facebook, que “Promover el Derecho a Saber, entre antitaurinos y «taurinos» seguro impulsaría la cultura de la transparencia.” Porque en el fondo lo que se combate con esto es la ignorancia.

Por eso es que pregunto, por qué los titulares de los órganos garantes del DAI, no han buscado promover el ejercicio de tal derecho con cuestiones cotidianas y familiares a la gente de a pie. Por ejemplo sobre el informarse respecto a lo que consume, ya sean productos o servicios.

Quizá necesitemos acciones menos solemnes, como las grandes conferencias de los expertos y los no tanto, porque de repente un Comisionado o un Senador o un Diputado, por el simple hecho de serlo se les cataloga con ese título de expertos en la materia y hasta realizan giras.

Quizá necesitemos innovar en este aspecto de la socialización del DAI y desacartonar un poco las prácticas que mecánicamente se repiten por todos los involucrados en el asunto, principiando por el INAI.

E mail: ccirior@yahoo.com.mx

twiter: @ccirior