El viernes 4 de septiembre pasado se instaló en sesión solemne el Consejo General de lo que será a partir de ahora el nuevo árbitro electoral en Tlaxcala, el Instituto Tlaxcalteca de Elecciones.
¡Vaya que se rompieron la cabeza nuestros diputados con el nombre! Me dice un amigo y con el que coincido, ya que si habláramos de lo que en mercadotecnia se llama “posicionamiento de marca” más provechoso hubiese sido dejarle el nombre que tenía y que ya era conocido por la ciudadanía.
El caso es que después del que seguramente es el más pulcro y en cierto modo transparente proceso de selección de Consejeros electorales, se ha nombrado a cuatro mujeres, una de ellas presidente y tres hombres como el colegiado que bajo las nuevas reglas electorales que la reforma constitucional diseñó en la materia, arbitrará las elecciones locales del próximo año en las que se renovará el cien por ciento del poder público local, empezando por el cargo de gobernador.
Pulcritud que no necesariamente repercute en el resultado final, en términos subjetivos, de la calidad de tales personas en su conjunto y en sus individualidades. Aspecto este último del que se tuvo un indicio con la intervención que cada uno de ellos hizo en la sesión mencionada. Las cuales fueron desde una muy mala improvisación hasta un bien elaborado texto, pasando por una mayoría de intervenciones llenas de frases hechas incluyendo en este caso la de la Presidenta.
La decisión por unanimidad del Consejo General del Instituto Nacional Electoral de estos nombramientos tendría desde mi muy particular punto de vista una calificación de ocho, pero en buena medida es porque no había mucho material como para que lograran un diez. No en cuanto a que no hubiera aspirantes que tuvieran un curriculum respetable académica y laboralmente hablando; sino en cuanto que no son conocidos como personalidades que políticamente hablando nos digan mucho, salvo quizá una de ellos.
La designada Presidenta, Elizabeth Piedras Martínez, obtuvo en el examen aplicado por el Ceneval, 75 aciertos para una calificación de 84.27 de cien puntos posibles, fue superada por la también electa Consejera Yareli Álvarez Meza que obtuvo 78 aciertos y 87.64 de calificación; no tengo a la mano su calificación en cuanto al llamado “ensayo presencial” encargado al CIDE pero estoy seguro que fue superada por Dora Rodríguez.
Sin embargo los Consejeros decidieron, supongo que más en base a cuestiones subjetivas, como la entrevista, incluso más que la valoración de su curriculum, el cual al compararlo con el de la última mencionada en el párrafo anterior, es inferior empezando por el grado académico; que era la mejor para presidir.
Hay que tener una lectura crítica, es decir libre, para entender la decisión del Consejo, no para rebatirla sino para cuestionarla únicamente. Que la responsabilidad es de ellos y considero que en el debate o la controversia generada por el nombramiento de Dora, sus argumentos fueron realmente más valiosos que los esgrimidos por los representantes de los partidos políticos PAN y el PRD.
Pero a quienes conocemos el ambiente tlaxcalteca, nos suena demasiado cándido para no decir risible, que el Consejero Ciro Murayama quiera mostrar las bondades de que una “maestra de escuela” o una “joven” por el sólo hecho de serlo son garantía de una buena actuación como consejeros.
Siempre he pensado, porque lo he visto en la práctica en digamos veinte años, que esos cargos son para personas que entiendan su labor no como un empleo o un trabajo burocrático, sino como un cargo político en el buen sentido de la palabra y por lo tanto deben tener la capacidad de dialogar, negociar y acordar, si no, no sirven.
Algunos de los representantes locales de partido en el ITE hablaron de darles el “voto de confianza” a los nuevos consejeros. Yo creo más como ciudadano que como representante de morena, que lo que hay que decirles es que tienen una gran responsabilidad a cuestas y que no vamos a permitir dos cosas. Uno, que no trabajen, es decir que se contenten con sólo acudir a las sesiones a levantar la mano y dos que muestren parcialidad, sobre todo hacia el partido en el gobierno.
La duda es fundada, claro que todos deben tener una preferencia partidista, aunque lo más seguro es que lo nieguen.
Pero si ven que tienen frente a sí un reto a su desarrollo no sólo profesional sino intelectual y personal al ocupar estos cargos, verán también la oportunidad de dejar una buena huella de su trabajo.
Lo digo por experiencia. Se puede pasar como se dice “de noche” devengando un buen salario o se puede trascender a través de un trabajo diario. Sin exagerar, puedo decir que el 99 por ciento de los que han ocupado estos cargos en Tlaxcala, tanto en el órgano local como en el federal, no podrían documentalmente hablando, mostrar alguna aportación individual. Esperemos se rompa ese paradigma.
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