El profesor Dan Ariely ha descubierto un problema dramático de salud pública en Estados Unidos. Cada vez que se acerca la fecha de exámenes finales, aumenta desproporcionadamente la mortalidad de las abuelitas de sus estudiantes. Peligrosamente, el fenómeno se repite en distintas universidades norteamericanas. El académico Mike Adams demostró que una abuela tiene diez veces más probabilidades de fallecer antes de los exámenes de medio semestre que en cualquier otra época del año. En el caso de exámenes finales la crisis de mortalidad llega a ser casi 20 veces superior. Las abuelas con estudiantes con pobre desempeño escolar deberían acudir a un check up médico de emergencia o a un proceso de hospitalización preventiva conforme se aproximan las evaluaciones universitarias. La abuela de un estudiante con malas calificaciones tiene 50% más probabilidades de morir, que las abuelas de los estudiantes más aplicados.
La investigación académica tiene dos explicaciones alternativas sobre esta trágica correlación. La primera opción es que las abuelas preocuponas sean susceptibles de contagiarse del estrés de sus descendientes, la angustia les baje las defensas y los anticuerpos, lo cual detona esta ominosa estadística. La segunda opción es que los estudiantes, ante la preocupación por su futuro académico, sean más proclives a mentir sobre la salud de sus familiares.
Dan Ariely ha dedicado parte de su investigación académica a estudiar las circunstancias que llevan a los individuos a romper o ignorar esos códigos de conducta que definimos como honestidad. Un cerrajero le dio una importante lección al doctor en Economía del Comportamiento sobre cómo funciona la naturaleza humana. Un estudiante de Ariely se quedó encerrado fuera de su casa. En cosa de un minuto, un cerrajero certificado logró seducir a la chapa y abrir la puerta, para luego aventarse una penetrante disquisición sobre los miembros de nuestra especie: un uno por ciento de las personas siempre serán honestas y jamás tomarán algo que no les corresponde. Otro uno por ciento de la población siempre será deshonesto y hará todo lo posible por robar tu casa. El resto de la humanidad son “pecadores promedio” cuyos dilemas morales se resolverán en función de las circunstancias. La ocasión hace al ladrón, dice la sabiduría popular. Las leyes y las instituciones anti-corrupción deben estar diseñadas para ese 98% de los individuos con convicciones maleables.
Como sostiene Manuel Molano, para David Korenfeld probablemente el uso del helicóptero del gobierno para una vacación familiar no era una falta ética grave, dados los usos y costumbres que se avalan y presumen en este gobierno. Gracias al valor cívico del ciudadano Ignacio Vizcaíno quedó un registro gráfico del helicóptero transportando a la familia del ex director de Conagua. La dinámica de las redes sociales hicieron evidente el abismo que separa la conducta del funcionario y las expectativas de un sector importante de la sociedad mexicana. En lugar de trabajar por cerrar esta brecha de expectativas, el presidente Peña Nieto ha empezado a usar un discurso que quisiera inspirar lástima: “a veces pareciera que no quisiéramos o nos negáramos a reconocer los avances y a registrar las buenas noticias”.
Los ciudadanos esperamos de Los Pinos alguna señal de aprendizaje político. A cambio recibimos reportajes en la revista ¡Hola! y viajes de shopping a Beverly Hills. El trabajo de Dan Ariely y su libro ¿Por qué mentimos? denuncia no sólo el fallecimiento de abuelas durante exámenes finales y la filosofía existencial de un cerrajero, también establece que la conducta deshonesta de un líder es una inspiración para el comportamiento de la manada.