“La principal cualidad de un secretario de Hacienda no es su inteligencia, ni su capacidad política, su atributo más importante es la credibilidad”. Algo sabía Don Antonio Ortiz Mena del perfil idóneo para ocupar el despacho que lleva las riendas de las finanzas nacionales. Durante dos sexenios, 1958-1970, Ortiz Mena ocupó ese cargo con el prestigio que conllevan los buenos resultados. En ese periodo, la economía mexicana creció más de 6 por ciento al año con baja inflación y un modesto endeudamiento público.

Secretaría de Hacienda y Crédito Público. La jerarquía de esta dependencia radica no sólo en el monto de los dineros que maneja, sino también en el significado de las palabras que le dan nombre. El vocablo Hacienda tiene su origen semántico en el verbo Hacer. La hacienda pública determina la facultad de acción de un gobierno (Chávez Presa dixit). La palabra Crédito viene del verbo creer, tener fe o confianza en algo o en alguien. La Secretaría de Hacienda y Crédito Público determina la capacidad de hacer del gobierno con la confianza que le entrega el pueblo mexicano. De acuerdo a la Ley de Ingresos del año 2015, el valor económico de esa confianza asciende a cerca de 39 mil pesos por habitante. Por cada mujer, hombre o niña mexican@s, el gobierno federal y la SHCP disponen de esta cantidad para generar bienes y servicios públicos.

Si tú, lector, pagas una tasa del 35% de Impuesto Sobre la Renta, eso quiere decir que el 35% de tu año laborable lo dedicas a trabajar para la SHCP. Los primeros 127 días de cada año, del 1o. de enero hasta el 7 de mayo, los dedicas a cubrir tus contribuciones por ISR. De los 238 días restantes del año, un porcentaje adicional de tu ingreso lo dedicas a pagar el 16% de IVA sobre una amplia fracción de tus consumos. En una estimación conservadora, esto le añade 23 días adicionales de chamba para pagar el IVA. Esto implica que del 1o. de enero hasta el 30 de mayo de todos los años, los contribuyentes cautivos trabajamos para la Secretaría de Hacienda.

Pienso en la familia de un empresario que hoy está secuestrado en el Distrito Federal o en un paciente con problemas renales que morirá de una enfermedad tratable, ya que los recursos del Seguro Popular no alcanzan para cubrir un tratamiento de hemodiálisis. Pienso en Jorge Pérez, un trabajador del IMCO que tendrá que operar a su esposa de piedras en la vesícula en una clínica particular, porque en el IMSS la lista de espera es de varios meses y la señora ya no aguanta el dolor. Pienso en más de un millón de niños oaxaqueños que sólo tienen 100 días de escuela al año. ¿Este diverso grupo de compatriotas sentirá que su esfuerzo de pagar impuestos está bien retribuido por la autoridad?

Mientras pienso en todo esto, leo en Reforma (17-III-2015) que en junio de 2013, Banobras le adjudicó a Grupo Higa un contrato por 1,332 millones de pesos para ampliar una carretera. Los términos del contrato son confidenciales y no queda claro si hubo un proceso competitivo para adjudicar la obra. La Ley Orgánica de Banobras establece en su artículo 17 que el secretario de Hacienda y Crédito Público es el presidente del Consejo Directivo, encargado de la administración de la institución financiera. En el momento en que se adjudicó ese contrato, junio de 2013, Luis Videgaray tenía un préstamo personal con el dueño de la constructora a quien se le asignó el contrato. El depositario de la confianza y el dinero público, el administrador de tus 150 días laborables de contribución al erario, estaba haciendo negocios personales con una empresa a la cual le asignaba contratos.

¿Renunciará Luis Videgaray a su cargo por este asunto? Claro que no. Esa sería la reacción obvia de un gobierno sensible en un país que aspira a proyectar al mundo seriedad y modernidad. En el México de Enrique Peña Nieto, la credibilidad no es requisito necesario para ocupar el cargo de secretario de Hacienda.

@jepardinas

Fuente: Reforma