Pienso (y reconozco las limitaciones que con ello tengo para afirmar que sea real) que los expertos en el Derecho de Acceso a la Información Pública (DAI) han hecho demasiado complejo algo que puede ser más sencillo.

Así que para reflexionar en términos de lo que planteo en el título de nuestra Contraopacidad de hoy me apoyaré más bien en el planteamiento “escaramujeano” de Silvio Rodríguez que en una canción afirma que “saber no puede ser lujo”.

En tales términos entonces es necesario remitirse a un sinónimo de “saber”, más apropiado para la intención de esa palabra, más terrenal y poderoso, que es “conocer”.

Que en la ecuación del trovador cubano se cumple en la medida que preguntamos. “Yo vivo de preguntar… soy un niño que pregunta…” se confiesa. ¿Y para qué preguntar? Sencillo, para saber. Es decir “conocer algo, o tener conocimiento de ello”, como dice el diccionario de la Real Academia Española.

Y para qué saber, podemos seguir preguntando. Pues para con el conocimiento o información que obtenga poder tomar una decisión. No, no voy a recurrir al tema electoral. Puedo poner un ejemplo más cercano a nuestra cotidianidad. Pregunto en el tianguis de mi pueblo cuánto vale un producto y entonces cuando me dan la respuesta puedo decidir si lo compro o no.

Todo o casi todo en nuestra vida en sociedad está relacionado con esa necesidad de saber tan sencilla, pero que cuando se traslada a ámbitos más colectivos o públicos entonces aparentemente se hace compleja. Así, nuestro a derecho a informarnos, que deriva indudablemente de nuestro derecho a saber, se traslada al tema de la comunicación y en especial al periodismo.

Es aquí donde entra a nuestra reflexión Carmen Aristegui no como una periodista específica sino como el plural que podemos llamar periodismo. Es decir como el oficio de informar, centralmente sobre lo que ocurre en el espacio de lo público, de lo político. Y lo que significa el hecho de que su despido de MVS no sólo afecta la libertad de expresión en México (ya no digamos la libertad de prensa) sino el mismo derecho a saber de las personas.

Pensemos sólo en qué significado tiene la redacción del artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en esta desagradable coyuntura. Dice que “Todo individuo tiene el derecho a la libertad de opinión y de expresión;” Y he destacado a propósito con negritas la palabra derecho porque eso es precisamente lo que cuestiona de manera poética (o sea metafórica) Silvio en su canción al decir que “si saber no es un derecho, seguro será un izquierdo”.

Continúa la redacción del artículo citado diciendo que “este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones,” siendo esa la ofensa infringida a Carmen y su equipo; han sido “molestados” o agraviados al despedirlos de su trabajo, al parecer por sus opiniones.

En tal sentido también dice el artículo mencionado que tiene uno el derecho a “investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.” Me atrevo a intuir que ahí está el meollo de la canallada de los empresarios dueños de la empresa, que no del medio, en este caso radioeléctrico, que es propiedad de la nación. El equipo de Carmen ha investigado casos que no han sido del agrado del titular del poder ejecutivo, la Casa Blanca, Tlatlaya y Ayotzinapa, son quizá de los más visibles; y por lo tanto había que “pararla” o callarla.

Incluso hasta donde la memoria me ayuda, entiendo que en varios de esos casos y otros, ese equipo ha utilizado el DAIP, realizando solicitudes de información a dependencias federales, cuyas respuestas refuerzan la investigación periodística y en cierto grado hasta la legitiman, por decirlo así, ya que se puede considerar “información oficial”.

Interesante resulta en la lógica del DAIP, en cuanto que dichas solicitudes de información se acercan a ejercicios concretos de exigir rendición de cuentas en cuanto a que las preguntas que se han formulado pueden considerarse como “incómodas” en los términos en que Andreas Shedler propone en el Cuaderno de Transparencia No. 3 del IFAI.

Está claro que preguntarle a Peña sobre por qué decide llevar a 200 personas a su visita de Estado al Reino Unido no es una pregunta agradable para él, pero las personas tienen derecho a saberlo.

Y es que ese tipo de preguntas son casi existenciales como canta Silvio “¿Por qué la luna es blancura que engorda como adelgaza y por qué una estrella se enlaza con otra como un dibujo y por qué el escaramujo es de la rosa y el mar; yo vivo de preguntar, saber no puede ser lujo.”

Concluyo con este artículo mi serie de reflexiones sobre Aristegui que inicié el lunes en mi columna Lo que está en juego en la política, continué en Sociologizando y en mis Apuntes, que aparecieron publicados el viernes en la edición impresa de Síntesis Tlaxcala.

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