Una cumbia de Rigo Tovar es una manifestación de cultura, lo mismo que el Huapango de Moncayo. Una gordita de chicharrón prensado de un puesto de la calle es una forma de cultura gastronómica, igual que una espuma de maíz preparada por un Chef de cinco estrellas. El grito de “puto” en un estadio es una manifestación futbolera de la cultura machista. La cultura es la virtud del letrado que cita los tomos de la enciclopedia y del alburero que juega con el doble sentido de las palabras. La cultura es todo y es nada. Pocos conceptos son tan abstractos e inasequibles.

Cuando el presidente Enrique Peña Nieto sostiene: “Yo sí creo que hay un tema cultural lamentablemente, que ha provocado corrupción”, las palabras del jefe de Estado se pueden interpretar con un tono de claudicación. Un problema con raíces culturales no tiene responsables directos, ni de sus causas, ni de sus soluciones. Los vicios y costumbres que heredamos de nuestros antepasados tienen sus orígenes en un tiempo remoto y sus remedios vendrán en un futuro inasequible. Ante la explicación cultural de la corrupción, sólo nos queda subordinarnos a la resignación. Si la Malinche y Hernán Cortés son el origen de esta lacra, la única alternativa viable es encomendarse a la Virgen de Guadalupe. Esperemos que la Señora del Tepeyac apure sus obras y milagros porque “este tema cultural” es uno de los problemas más grandes de México. En una encuesta realizada por en el Banco de México a 480 directivos de finanzas, se determinó que la corrupción era el principal obstáculo para hacer negocios en nuestro país, por encima de los impuestos, la burocracia y la delincuencia (El Universal, 15-VIII-2014).

La corrupción no es un problema exclusivo de México, pero la impunidad sí. Los académicos Liu y Mikesell acaban de publicar un interesante artículo en la revista Public Administration Review sobre casos de corrupción en Estados Unidos. Su investigación está basada no en la percepción del fenómeno, sino en casos de corrupción que han recibido la sentencia inculpatoria de un tribunal. Lo primero que sorprende es el tamaño de su base de datos: más de 25,000 funcionarios públicos, en los tres poderes y los tres niveles de gobierno, han sido encontrados culpables entre 1976 y 2008. Esta cifra indica que en este periodo, en promedio, más de tres funcionarios son sentenciados al día por usar su cargo público para obtener un beneficio privado. La base de datos se construyó con los reportes que anualmente entrega el Departamento de Justicia al Congreso de EU sobre casos vinculados a crímenes de corrupción. Este reporte incluye crímenes de compra de voto, funcionarios que aceptaron regalos sin reportarlos o conflictos de interés. La lista de indicados y sentenciados también considera a ciudadanos, sin cargo público, que participaron en los crímenes de corrupción.

En Brasil, el escándalo de mensalao ha generado 25 sentencias condenatorias, incluyendo la de José Dirceu, el brazo derecho del ex presidente Lula. En España, hay 1700 causas abiertas por corrupción, más de 500 indiciados y sólo 20 encarcelados. Sin embargo se espera que una mayor inversión en los tribunales y los sistemas de procuración de justicia permitan acelerar este rezago judicial. En China, la campaña contra la corrupción ha llegado hasta los niveles más altos del Partido Comunista.

La corrupción se manifiesta en Alabama y en Beijing. Los escándalos van del gabinete presidencial en Brasilia a la familia real en Madrid. Sin embargo, la diferencia con México es que allá el “problema cultural” sí tiene consecuencias institucionales. Mientras aquí la impunidad sea la regla, en lugar de la excepción, México no podrá romper con la tradición que más enferma nuestra vida pública.

@jepardinas

Fuente: AM