El arranque del presidente electo fue certero. Dotar al IFAI de la autonomía constitucional que la administración anterior había negado. Reformar la administración pública federal y desaparecer una secretaría que, en opinión de muchos, había quedado lejos de cumplir la promesa foxista de acabar con la corrupción del régimen de 70 años. Impulsar la creación de una Comisión Nacional Anticorrupción que quitara el estigma a México de ser una sociedad corrupta con un Gobierno corrupto emanado de un partido corrupto.

La administración de Calderón también cerraba con fuerza. El presidente saliente impulsaría esas tres reformas a cambio de otras, que serían legado de su Gobierno. Unos meses antes, había impulsado reformas a la Ley Federal de Adquisiciones para endurecer las sanciones a funcionarios y empresas, y durante la transición entre gobiernos, el presidente Calderón impulsó reformas adicionales a la contabilidad gubernamental. Era momento no solo de la armonización de los estándares contables de federación, estados y municipios, sino de transparentar los presupuestos y deudas gubernamentales de estos últimos.

A finales de este mes se cumplirán 100 días de gobierno del presidente Peña Nieto y casi cinco meses desde que inició una nueva alternancia entre partidos. El “interregno” permitió iniciar estas y otras reformas, y aunque en la reforma laboral tuvo que invertirse un vasto capital político, la sensación en la opinión pública es que el país estaba en movimiento.