Tristes, enojados, indignados, hartos o asqueados. El idioma español tiene una vasta lista de palabras para expresar la frustración que muchísimos mexicanos traemos alojada en el pecho. Esta congestión de sentimientos colectivos es un arma de doble filo. La cura para los mayores dolores de la República también puede ser un veneno para el empeño civilizatorio. La indignación puede ser la gasolina para detonar la participación cívica o el combustible de la bestialidad para incendiar la puerta de Palacio Nacional. En dosis altas el hartazgo puede catalizar al abstencionismo, en cantidades moderadas es un aliciente para salir a votar.

Uno de los síntomas más graves de la crisis de confianza es que no hay un sólo partido político que se pueda presentar como el campeón nacional contra la corrupción. Nuestras opciones políticas se han destacado por señalar las transas de sus adversarios, pero hacen muy poco o nada para enmendar sus propios vicios y errores. Ven el conflicto de interés en el partido ajeno, pero ignoran el tráfico de influencias de su propia militancia. Una opción política que se presente con una plataforma creíble de probidad y rendición de cuentas podría redefinir el balance de fuerzas de nuestro sistema de partidos. El problema es que hoy en México ese partido político sólo existe en nuestras aspiraciones, pero en ninguna parte de la boleta electoral.

Una empresa colectiva que no tiene un mínimo asidero para la esperanza es un proyecto sin futuro. ¿Vamos a bajar la cortina para aislarnos de la plaza pública? ¿Nos vamos a mudar a una patria ajena donde no se ofrecen chilaquiles en el menú del desayuno? ¿Nos vamos a resignar al intercambio de bilis durante las sobremesas? ¿Vamos a twittear que #YaMeCansé?

Alguna vez le escuché a Germán Dehesa decir que había que ganarse el derecho al cansancio. Cuando todavía hay muchas cosas por cambiar y varias que enderezar, aún no nos hemos ganado el ejercicio de ese derecho. Si estás leyendo este texto en una computadora o tienes 15 pesos para leerlo en papel o pagar la suscripción del periódico, entonces perteneces a una minoría de mexicanos que tiene más motivos para agradecer que para estar cansado.

En su emotivo libro La última lección, el autor Randy Pausch narra cómo se lamentaba con su abuela de las vicisitudes e inclemencias de estudiar un doctorado: las exigencias de los profesores, los seminarios aburridos y las infinitas listas de lecturas. La abuela de Pausch le respondió algo así como: “A tu edad tu abuelo también se quejaba mucho, sólo que él se quejaba de las dificultades de luchar contra los nazis”. A cada generación le toca vivir sus respectivos lamentos y desafíos.

El IMCO y Transparencia Mexicana han puesto al servicio de los electores mexicanos una plataforma en internet que busca mejorar los filtros de reclutamiento de la clase política. Candidatotransparente.mx es un regalo para los políticos y una herramienta para los ciudadanos. En esta página, l@s candidat@s pueden subir su declaración patrimonial o su compromiso de hacerla pública si ganan la elección, su declaración de intereses y su comprobante de pago de impuestos. Para muchos electores que no saben por quién votar, esta página permite conocer información relevante sobre las personas que aspiran a gobernarnos y representarnos. Si tu candidato o candidata no se ha subido a la iniciativa, les puedes enviar un tweet para exigirles que a cambio de tu voto, les pides que entreguen su tres de tres. La plataforma busca ser un mecanismo pragmático para contribuir a un cambio de conductas e instituciones que nos tomará un buen tiempo implementar. ¿Y si los candidatos dicen mentiras? Es un riesgo latente, pero el mayor riesgo para México es que los ciudadanos nos quedemos pasmados con una resignación de brazos cruzados. Si los candidatos presidenciales en 2012 hubieran tenido una iniciativa semejante, probablemente la República se habría ahorrado algunos agravios y vergüenzas.

@jepardinas

Fuente: Reforma