Mucho ha ganado el movimiento magisterial oaxaqueño en sus 35 años de lucha. No es poca cosa convertirse en la organización gremial más poderosa de México, desafiar abierta y exitosamente al Estado mexicano y obtener, año tras año, conquistas laborales, logros sindicales y prebendas de los gobiernos estatal y federal. Pero, mucho ha perdido también, al divorciarse de la sociedad, abandonar la educación al garete, tomar distancia del movimiento social y la izquierda, y contribuir a la pérdida de generaciones completas de estudiantes.

  1. Las conquistas laborales del magisterio son sorprendentes: en lo que se refiere a salarios, aguinaldos por arriba del promedio, días de descanso y compensaciones diversas; sin embargo, ante un ejercicio real del apostolado, serían –lo son en muchos casos—, no sólo legítimas, sino encomiables y necesarias. (Una revisión de lo ganado en sus primeros 28 años se puede ver en: Sindicalismo o educación, la paradoja del magisterio oaxaqueño. En El Cotidinado No. 148, UAM-UABJO, 2008).

Pero sus triunfos van más allá: son también parte de la estructura gubernamental pues en sus manos está la designación de directores del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca, los supervisores y jefes de zona; determinan ascensos, premian las tareas sindicales y castigan la ausencia de éstos –la labor profesional o la mejor preparación son hechas a un lado—. Poseen además diversas propiedades (un par de hoteles, brindan servicios de transporte público, entre otras).

  1. Es reduccionista y simplista señalar que la CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación) se encuentra al servicio del PRI o un grupo político en particular. Si “Los Pelones” están con el exgobernador Murat o “Los Pozoleros” con Ulises Ruiz, encasillar así a todo el movimiento es desconocer su heterogeneidad, negar la diversidad de corrientes políticas ideológicas –algunas totalmente antisistémicas—que la alimentan e ignorar la historia de más de tres décadas en que se han formado.

Sin embargo, es innegable también el servicio que desde sus posiciones maximalistas y el radicalismo contestatario han dado al sistema político y económico que dicen combatir. La falta de ciudadanía crítica en mucho se debe a la ausencia de los maestros de sus aulas en estas tres décadas y media. La educación, como una cadena si se rompe algún eslabón, se debilita al extremo y no tiene la fortaleza y utilidad necesarias: y eso han hecho los integrantes de la CNTE de manera cíclica: año tras año reducen el calendario escolar, dejan tareas inconclusas y un gran déficit en el alumnado. Y han sido generaciones enteras formados bajo esos esquemas.

La educación como motor revolucionario (así lo han considerado los más brillantes intelectuales de la izquierda y los más preclaros líderes revolucionarios) es así desestimada.

  1. Mejor favor no se puede hacer al proyecto económico neoliberal, que requiere masas acríticas –diferentes a las contestarías, que no tienen rumbo ni proyecto—, mano de obra barata y poco calificada. Es claro que a los gobiernos no les importa la educación, pero pareciera que a los maestros tampoco.

De paso, en coyunturas específicas, como el proceso electoral federal 2015, ayudan consciente o inconscientemente a triunfos del PRI y a la prevalencia del régimen político que dicen combatir. Pero el intercambio de favores se entiende, la CNTE con sus características actuales, es en gran medida creación del sistema y sus triunfos han sido amparados en sus más conspicuos representantes: con Heladio Ramírez alcanzaron posiciones en el IEEPO y se convirtieron en sindicato y patrón al mismo tiempo (ver la Minuta firmada en 1992: http://es.scribd.com/doc/141503354/minuta-xxii); con José Murat crecieron hasta rivalizar la sección 22 con el Sindicato Nacional; y con Ulises Ruiz en 2006 alcanzaron la mejor negociación laboral y económica de su historia.

  1. Si Vicente Fox frivolizó el ejercicio del poder, si José Murat y Ulises Ruiz lo vulgarizaron y sólo mostraron su faz represiva, si el gobierno “del cambio” lo trivializó; los maestros oaxaqueños han frivolizado la movilización social; han vulgarizado el corporativismo; y han trivializado la lucha de la izquierda.

Su máxima: “movilización-negociación-movilización” se convierte en un círculo vicioso y lo rige un principio capitalista: la ganancia perenne y a cualquier costo; poco envidian así a las políticas neoliberales, guardadas las proporciones. Sucedió en 2006 donde privilegiaron sus intereses gremiales a los del movimiento social oaxaqueño; sucede con las reformas estructurales del peñanietismo, en donde no acompañaron la oposición a la energética, fiscal o de telecomunicaciones –punto aparte es su manejo discursivo—, sino que accionan sólo a partir del combate a la reforma educativa.

La frivolización de las medidas de presión política –marchas, bloqueos, tomas de oficinas, negocios, gasolinerías, etcétera— si bien ponen en entredicho a los gobiernos federal y estatal, afectan sobre todo a amplios sectores de la sociedad –y no precisamente a las élites—.

La hoja de participación sindical –el registro individualizado que tienen de sus agremiados y de su activismo en la lucha gremial— es un instrumento de control corporativo y represivo, que contiende con ventaja sobre otros implementados por el priismo.

  1. Está visto el fracaso permanente de los gobiernos con el tema educativo y la negociación con el gremio magisterial. Ahora que el gobierno federal se hace cargo de distintas tareas –el pago de la nómina, entre ellas—, reedita también las estrategias erradas seguidas en Oaxaca y actúa de manera reactiva; da mayor peso a la presión de las elites empresariales, que a los reclamos de la sociedad. Pero el tema nodal sigue sin resolverse.

Por eso, paradójicamente, la solución está en las bases: en los maestros que cumplen el apostolado; en los que hacen la revolución de conciencias formándolas, educándolas y sembrando el espíritu crítico. En los que generan alternativas para educar y evaluar, sin desmerecer la calidad. En las comunidades que exigen para sus hijos educación de calidad y de tiempo completo y ponen cotos a un activismo sindical que va en sentido contrario. En la sociedad que exige y se compromete.

Es tiempo de un debate abierto, libre y con argumentos, alejados de los dogmas y las posiciones irreductibles que, hasta ahora, han sido las que prevalecen.

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