El pasado 19 de julio, el Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) inició operaciones, pero sin fiscal ni magistrados, y tampoco sin que una buena parte de los ciudadanos tengamos clara su importancia.

De funcionar correctamente, o de la mejor manera posible, sería más difícil ver cómo algunos integrantes de la clase política se llenan los bolsillos con dinero público, por ejemplo.

El 27 de mayo de 2015 se publicó la reforma constitucional que creó el SNA y pese a tener dos años arrancó cojo, pues entidades y legisladores federales no cumplieron con el plazo de un año para hacer las modificaciones correspondientes.

Para entender por qué el tema debe importarnos y a qué se deben ciertos “atorones”, el HuffPost platicó con Edna Jaime, fundadora y directora general de México Evalúa.

En principio, dice Jaime, el sistema es complejo y no se ha terminado de entender bien y, en él, se apostó por hacer funcionales instituciones que tienen distintas obligaciones en materia anticorrupción para ponerlos bajo una sola instancia.

Si hubiéramos optado por tener, por ejemplo, un zar anticorrupción hubiera quedado más claro (…) Para qué crear algo nuevo que va a abonar a la fragmentación de algo que ya teníamos, hay que lograr coordinar su actuación, esa fue la lógica para decidir por un sistema multiagencias como el que ahora tenemos.”

Pese a que el SNA arrancó la semana pasada, entidades como Veracruz, Chihuahua y Quintana Roo no cumplieron con el plazo legal para armonizar la legislación estatal, pero además el propio instrumento aún tiene varios espacios en blanco como los nombramientos de magistrados y del propio fiscal anticorrupción, así como tener al 100% al Comité Coordinador del sistema, que fue electo desde principios de este año, y robustecer la Fiscalía Anticorrupción…

Nota completa en: Huffington Post