El pasado 15 de enero el CIDE y diecisiete instituciones emitieron la Convocatoria para la realización de seis foros en distintas ciudades del país.  Se tratarán temas concernientes a los trabajadores, los conflictos con las administraciones públicas, la familia, los emprendedores, consumidores, vecinos, entre los principales.

No debe perderse de vista que los foros surgen en medio del significado que Ayotzinapa tiene para el país. La barbarie de Iguala no es solamente expresión de los extremos de la inhumanidad, sino de la negación de los fines más elementales de un Estado: Brindar seguridad y bienestar a su población. Que pasen los días y disminuyan las referencias a tales hechos en los diarios, las conversaciones o las protestas, no la hace menos importante. El peor enemigo para la inteligencia sería subestimar el problema. En la perspectiva de la justicia y de la aspiración de vivir bien, hemos topado con que nuestro Estado es un problema y nos concierne a todos. La dificultad para vivir bien comienza en lo cotidiano.

La hostilidad de una ciudad puede estar en cuestiones tan cotidianas tales como si cuenta con espacios públicos que permitan una buena convivencia entre sus habitantes, o si funciona el alumbrado público o si la violencia intrafamiliar encuentra cauces eficaces para tratar y restaurar la parte más delicada y elemental del tejido social. La situación de Iguala o de Apatzingán o de Nuevo Laredo caracterizan un molde del que hay que salir. La anormalidad no está solamente en lo extremo, se encuentra en lo cotidiano. Ubicar los problemas, tener la inteligencia para apuntar soluciones, plantear acciones para una agenda pública que apunte en la dirección de salir del círculo vicioso de instituciones depredatorias y provoque uno virtuoso.

1. Los relatos de lo cotidiano

En estos días de exhibe en la Cineteca Nacional el filme argentino “Relatos salvajes” nominada al Oscar. Son relatos de lo cotidiano cuya trama ronda los límites de la civilización o la barbarie.  Detrás de cada tragedia hay historias de pasiones, ambiciones y límites rebasados. El Estado de Derecho está en el semáforo de la esquina. La cultura de la legalidad que hay en una sociedad podría medirse por las respuestas a la pregunta: ¿un semáforo en rojo es una pared o una sugerencia? Y la cultura está en la reiteración de comportamientos en los que decidimos respetar el alto porque está en nuestro interés tener una circulación ordenada, en evitar accidentes o en la previsión de una infracción, o bien, en la impaciencia o en la presión del claxon que nos califica de estúpidos por no avanzar.

Pensar en la justicia cotidiana requiere conocer y compartir los relatos de lo que nos afrenta todos los días. Para este ejercicio se ha abierto el portal http://www.justiciacotidiana.mx en el que pueden expresarse las historias, los testimonios de lo que vive la población y que en conjunto deben ser apreciados como la narrativa de problemas públicos.

No deja de llamar la atención como hace no muchos años, en lo álgido de la inseguridad en Ciudad Juárez, el mayor porcentaje de llamadas a los teléfonos 086 y 066 en las horas de mayor tráfico (entre 10 de la noche y 2 de la mañana) tenía que ver con problemas de violencia intrafamiliar.  La ciudad que fue la joya del modelo maquilador y con pleno empleo fue incapaz de generar calidad de vida: las colonias dormitorio sin espacios y servicios públicos, sin alternativas culturales, sin escuelas fueron el caldo de cultivo para la degradación del tejido familiar y social.

2. Una convocatoria a la inteligencia social

 

Salir del molde de Ciudad Juárez o de Iguala también debe llevarnos a salirnos del molde de las respuestas que no han dado solución a los problemas. La justicia cotidiana no es sólo una cuestión de abogados o de jueces, de términos procesales o de tribunales.  En su sentido más profundo la justicia invoca la percepción que se tiene de la sencillez, la accesibilidad, la atención o de la seriedad y de la calidad con la que se dan respuestas institucionales para resolver los problemas de la ciudadanía.

Cuando un testimonio sólo se queda en queja se degrada la justicia. Los testimonios son parte de la información que, para tener una sociedad justa, debiera convocar a la inteligencia para encontrar solución a los problemas.

La justicia cotidiana puede tener que ver con leyes, pero también con prácticas y rutinas. Una ley puede obligar a una autoridad a recibir una queja y darle cauce; pero una rutina administrativa que acose, incomode o dificulte la presentación de quejas, la inutiliza. Una ley puede tener el objetivo de resolver el problema; una rutina burocrática está hecha para no resolver el problema o simular que se atiende.

Salir del molde es también convocar a la inteligencia para encontrar los nudos que nos llevan al fracaso y, como en el judo, aprovechar la fuerza del círculo vicioso para convertirlo en virtuoso.

3. Ideas para una agenda

 

Los problemas son muchos y las oportunidades pocas. La crisis de las instituciones es también una oportunidad para mejorarlas. Los foros son también una oportunidad para formular y encontrar buenas ideas. Se trata de una convocatoria a la experiencia y los saberes, no desde la autosuficiencia o de la soberbia del conocimiento, sino de la capacidad para ser empático y asertivo. Si de los foros se destilan ideas útiles para contribuir a mejorar el estado de cosas, será un avance.

4. Recuperar lo público

 

La justicia es un bien público. Una sociedad es justa si da seguridad humana; si sus habitantes tienen mejor calidad de vida. Una sociedad tiene mayor probabilidad de serlo si los recursos públicos tienen un mejor uso, si se combate eficazmente la corrupción, si las capacidades de gobierno mejoran.

La construcción de una mejor sociedad pasa por construir legitimidad, credibilidad, confianza en las relaciones sociales y entre los ciudadanos y las instituciones. Pero tales valores sólo son posibles en el trato cotidiano. Así como entre dos personas la confianza se da en la reciprocidad de trato y en la reiteración de los comportamientos, la confianza entre el gobierno y la ciudadanía, supone que en lo cotidiano hay una base de certidumbre que se construye y se protege.

 @jrxopa

Fuente: La Silla Rota