La construcción política de una sociedad, jamás devino de un accidente del poder, su evolución es una conquista social que marca hoy los términos de un nuevo arquetipo de aprobación, impugnación y rechazo ciudadano.
La Sociedad Civil Organizada hoy encauza desde los sectores empresariales, obreros, académicos y estudiantiles, entre otros, una nueva fuerza de vanguardia política. Paulatinamente impone sus conquistas, como lo acreditan las Reformas Constitucionales en materia de Transparencia y Anticorrupción y sus consecuentes leyes reglamentarias.
Este nuevo marco jurídico que se construye, augura una nueva era para la colaboración y participación ciudadana. Hoy ya se puede prescribir en “Agendas Públicas”, las prioridades del ejercicio de gobierno; las relaciones de los actores sociales y políticos; y mediante redes heterogéneas y plurales, vinculan institucionalmente procesos dinámicos de visibilización, reconocimiento y solución de problemáticas sociales.
Sin embargo, es innegable que la realidad es aún lapidaria. En muchas ocasiones hemos escuchado el reclamo ciudadano frente al ostracismo de la política y los políticos, y vemos como la carencia de participación del tejido social, convierte en párvulos a los ciudadanos, que impedidos de deliberación, son mudos testigos de la verticalidad del poder y de los fracasos de programas y acciones que postergan el desarrollo y la justicia social.
Por eso es prioritario concretar las reformas, para lo cual, se demanda en primer lugar, edificar las “Agendas Públicas”; dedicar significativos esfuerzos a la organización de estructuras institucionales, comunitarias y vecinales; trascender la anacrónica ruta de la existencia de voluntad política; continuar la incorporación de enfoques sistémicos a las temáticas que el Estado observa como prioritarios o fundamentales para el desarrollo humano; incluir en programas y presupuestos, las obras y acciones que determine el interés común de la sociedad; e impedir la reducción del rol de la ciudadanía, al curso vertical o al de comparsa de una “Agenda Político-Electoral”.
Asimismo, es necesario asegurar que el activismo de la ciudadanía, se mantenga vigilante del funcionamiento de las estructuras gubernamentales y del desempeño de los actores fundamentales de los cambios políticos. El reto es hacer cumplir la ley, como expresión de la voluntad popular, y fortalecer la inteligencia institucional, producto de la visión y experiencia de quienes laboran en ellas. Cualquier acto contrario, implica una batalla ciudadana perdida ante la contrainteligencia de sectores que se resisten a limpiar al país de la corrupción y la impunidad.
Reconocemos que paulatinamente se han ido derrumbando los paradigmas de conducción vertical del Estado, y en la construcción de las “Agendas Públicas”, ganan terreno las prácticas de Gobierno Abierto; y se amplía la transparencia y la rendición de cuentas, que nos conduce hacia un nuevo diálogo en la ejecución de las tareas públicas, donde la interoperatividad de las estructuras orgánicas, articula mejores respuestas hacia la ciudadanía.
Se infiere que una medida pública es la solución a una necesidad social. Puede serlo. Es loable la acción decidida del gobierno para entronizar las “Agendas Públicas”, los enfoques sistémicos, la visión de conjunto y de largo plazo, pero hace falta garantizar la participación efectiva y organizada de la ciudadanía.
La realidad no se agota ni se refleja siempre desde las “Agendas del Gobierno”, por eso las “Agendas Públicas”, prescriben no sólo transparencia, sino probidad y rechazo al uso populista del espacio público; y a superar la inoperancia de las estructuras institucionales, que no se logra ni con el discurso demagógico, ni con la dádiva, ni la prebenda.
En este escenario, debemos abatir la frontera entre gobierno y ciudadanía. Su escisión, producto de una apreciación errónea del quehacer público, desde la verticalidad de las acciones gubernamentales, contrarresta su vitalidad y genera problemas de gobernanza, lo que hemos denominado “suma cero”, o exclusión ciudadana.
Esta cuestión no es un planteamiento teórico, porque las evidencias del clima político, son suficientes para apreciar que la sociedad clama por un ejercicio horizontal de gobierno, enfocado a cumplir las aspiraciones ciudadanas.
Insisto, el punto crítico de las “Agendas Públicas” ha sido su verticalidad. Vale aquí prescribir otro camino: hacer de la política el medio civilizatorio que permita a través del procesamiento del conflicto, construir una sociedad mejor, donde el escenario no sea en demérito de triunfadores y vencidos, sino en la comunión de un país que sabe cómo enfrentar sus retos; de una Nación que es grande porque ha desterrado la pobreza y la ignorancia, porque ha hecho del imperio de la ley, la razón de ser de su pueblo.
Transitar esta ruta, es parte de una solución sistémica, obliga a dejar de concebir al ciudadano como un ser unidimensional; a privilegiar la planeación democrática, plural y diversa; a reencauzar la presencia de las fuerzas sociales, en la conducción del ejercicio de gobierno; y a dejar de construir desde el escritorio, “Agendas Públicas” verticales.
De no revertir esta realidad, el clima seguirá enrarecido y continuará suplantándose la voluntad del pueblo, con campañas políticas histriónicas y mesiánicas que acabarán en la consabida demagogia, hilo conductor de esperanzas fallidas, y lo que es peor, de ilegitimidad política.
El drama de una sociedad sin esperanza en nuestros días, no se debe exclusivamente al subdesarrollo económico, sino a una realidad peor, al subdesarrollo político. El anquilosamiento y ocaso de estructuras disfuncionales, seniles en su prescripción y decrépitas en los hechos, junto con los actos simulados de la palestra política, impiden la representación cierta y son el verdadero nudo ciego que enfrenta nuestro pueblo.
Las “Agendas Públicas” y la participación ciudadana, deben servir para trazar una nueva geografía política en el devenir histórico-social de México. El subdesarrollo político en que nos encontramos, ha convertido al ciudadano en agente periférico del patrimonio público, mientras que la desigualdad social, evidencia los apetitos de élite, que intentan mantener las viejas lógicas del poder, con nuevos métodos de perversión política, realidad inaceptable para una sociedad que lo único que pide es ser respetada.
Agenda
- La promulgación de la reforma constitucional en materia de disciplina financiera, previene y sanciona los desajustes financieros en estados y municipios y establece un nuevo sistema de control de sus finanzas y deuda pública.
- Los trabajos del Foro Económico Mundial para Latinoamérica 2015, tuvieron efectos positivos para México, al permitirle exponer los alcances de las reformas estructurales propicias y atractivas como destino de inversiones productivas.
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