Me parece que la sociedad es clara en su rechazo a discursos políticos vacíos para salir del paso y a medidas  paliativas que “pateen el bote” hacia delante.

El discurso de Enrique Peña Nieto el día martes llegó tarde y quedó corto. Ese mensaje, con algunas variaciones que abordaremos, era el que se esperaba al día siguiente de haberse dado a conocer el escándalo de la “casa blanca”  financiada por un contratista gubernamental.

En lugar de hacer el problema más profundo (como fue sucediendo) desde un inicio debió entregarse él y su esposa a una investigación (que por cierto debiera ser independiente) para determinar si hubo o no una actuación al margen de la ley y, como consecuencia lógica, las modificaciones normativas necesarias para que no existan los huecos legales por los que se aprovechan para este tipo de “beneficios”.

Aceptar lo ilegítimo de estos actos y ser implacables con las medidas para evitarlos en un futuro. Para estos momentos, tres meses después, se necesitaban conclusiones. Incluso castigos. Pero eso en el país del “no pasa nada” es una utopía. Al contrario, la crisis de legitimidad en su Gobierno, las críticas constantes y sus contradicciones se han intensificado a tal grado que tuvo que salir a nombrar a un titular de una dependencia que ellos mismos  propusieron desaparecer en cuanto sea aprobado el Sistema Nacional Anticorrupción. ¿Entonces?

Siendo ese un tema legislativo de alta prioridad, ¿Qué sucederá con el flamante fiscal “de hierro” que prometen será Virgilio Andrade? Varios lo señalamos desde un inicio: Desaparecer la Secretaría de la Función Pública es un error. Nombrar a Virgilio no es otra cosa sino colocar la trayectoria de alguien por enfrente, como escudo protector. Aunque en realidad sea sacrificarle de la forma más vil y absurda.

Dos pilares: Apertura y Transparencia

Enrique Peña Nieto pone como ejemplo y muestra de su compromiso dos procesos inconclusos y, por lo menos uno, sujeto a ataques por su propio gabinete. En 2014 se reformó la Constitución para permitir avanzar de forma contundente en el derecho a la información e inaugurar una nueva época. Muy bien.

En 2015 la construcción de la legislación secundaria necesaria para operar dichos beneficios (y no queden solamente en el papel) ha sido un proceso de simulación terrible. Primero, porque los senadores nos invitaron a tres redes de organizaciones de la sociedad civil (Red por la Rendición de Cuentas, México Infórmate y El Colectivo por
la Transparencia) a co-crear la legislación… para después no respetar los acuerdos ahí tomados e incluir a última hora elementos absurdos y regresivos.

Por si esto fuera poco, una vez presentada la iniciativa (2 de diciembre, 2014) se han realizado diversas reuniones en “lo oscurito” con miembros del gabinete presidencial, como el mismo Consejero Jurídico de Presidencia, quien ha llevado un conjunto de propuestas para “descafeinar” y prácticamente arruinar todos los beneficios de la ley. Una vez más, la simulación de poner en la Constitución todo lo bonito para luego hacer imposible su aplicación en la  legislación secundaria.

Así las cosas, el Presidente hace votos por la próxima aprobación de la Ley General de Transparencia, cuando ellos mismos se están encargando de arruinarla. Pasa algo similar con el Sistema Nacional Anticorrupción que se discute en la Cámara de Diputados, pues es la misma fracción priista quien se niega a aprobar lo necesario para que funcione. Por el contrario, lleva absurdos como incluir al mismo Presidente y a los gobernadores al frente de órganos decisivos y relevantes.

En otras palabras, más de lo mismo… cambios, leyes y reformas… para seguir igual.

 

Pura simulación

En este contexto vale la pena advertir que, de aprobarse regresiones en transparencia se afectará a todo el País. Si se aprueba un Sistema Anticorrupción defectuoso, nacerá muerto como otros intentos por hacer algo que “ahora sí” sirva. Y en ese contexto, se pone en riesgo todo lo ganado en otros esfuerzos colaborativos como la Alianza Mundial para Gobiernos Abiertos (donde México es presidente) o la incipiente Alianza para Parlamentos Abiertos, de la cual formamos parte y que carecería de todo sentido.
¿Entenderá el Presidente, que no le entiende? ¿Se darán cuenta lo que sea que diga o haga será insuficiente si no existen consecuencias reales y mejoras sustantivas? ¿Llegarán a comprender la dimensión y los riesgos de seguir su constante política de simulación?
En algo tiene razón el Presidente: México ya no es el mismo.

Fuente: El Imparcial