La vida de los candidatos está en riesgo porque en esta elección la violencia juega un papel protagónico.

El mapa nacional se está poblando de banderas con el signo del peligro y no hay partido, municipio o cargo de elección que esté a salvo.

El viernes de la semana pasada, durante la celebración de un acto público de campaña, irrumpió un comando armado en el municipio de Yurécuaro para asesinar al candidato a presidente municipal de Morena, Enrique Hernández Saucedo.

Durante esa misma jornada, en Huimanguillo, Tabasco, fue ejecutado el candidato priísta a regidor, Héctor López Cruz. Diez días antes, de manera parecida perdió la vida Ulises Fabián Quiroz, candidato a alcalde del PRI para el municipio de Chilapa, en Guerrero.

A los homicidios se suman las amenazas y los atentados contra los contendientes. El cargo que mayor riesgo implica es el de aspirante a presidente municipal. De los actos violentos reportados, la mitad ha tenido como destinatario a un candidato a alcalde.

Han sido también objeto de violencia dos aspirantes a diputado federal, uno a gobernador, un presidente de partido y un regidor. También han sido víctimas los militantes que acuden a los eventos de campaña.

El PRI es la fuerza política que mayor número de atentados violentos ha debido enfrentar. Le sigue de cerca el PAN, después el PT, luego el PRD, Movimiento Ciudadano y al final Morena, el PVEM, el PES y el Partido Socialdemócrata morelense.

El estado de Morelos muestra la mayor incidencia de atentados políticos. Después aparecen Guerrero y San Luis Potosí; en tercer lugar se encuentra Tabasco. Igualmente se han presentado actos de violencia política en Campeche, Guanajuato, Michoacán, Oaxaca, Puebla, Sonora, Tamaulipas y Veracruz.

La curva de la brutalidad contra los abanderados de esta elección comenzó en marzo, cuando las candidaturas fueron registradas ante la autoridad electoral. Ese mes fueron denunciados al menos ocho atentados distintos.

Durante abril el número de incidentes se elevó a once y en lo que va de mayo han ocurrido tres más; sin embargo, a diferencia de los meses anteriores, en mayo todas las víctimas perdieron la vida.

La agresión más común es disparar con arma de fuego en dirección al vehículo donde se transporta el candidato. Le siguen los tiros y las bombas lanzadas contra casa habitación y las oficinas de campaña.

En último lugar está el ataque perpetrado por comando armado, como el que ultimó en Yurécuaro al aspirante de Morena.

Podría suponerse que los atentados ocurridos durante el mes de marzo —donde los disparos contra vehículos y domicilio predominaron— tuvieron como propósito amedrentar a los candidatos, entonces recién seleccionados.

A pesar de lo aparatoso de las primeras amenazas —autos incendiados, bombas molotov, disparos contra casa habitación y oficinas— prácticamente no hubo muertos.

Sólo en Ixcapuzalco, Guerrero, sucedió distinto: ahí un grupo de militantes del Panal fue asesinado mientras volvía a casa, después de participar en un acto de campaña.

Mayo en cambio se está pintando de colores trágicos: tres atentados han segado la vida de varias personas en lo que va de un mes al que todavía le sobran dos largas semanas. Y después de junio, durante el reacomodo político, la espiral podría continuarse.

Desgraciadamente al crimen organizado ya le ganó el apetito por hacer política.

ZOOM: ¿Qué está pasando en Tamaulipas? ¿Por qué el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, cambió de urgencia su agenda de esta semana para visitar esa entidad? No vaya a ser que lo sucedido en Jalisco vuelva a presentarse en la frontera noreste mexicana.

Fuente: El Universal