Por: Ramón Aguilera

En sintonía con la preocupación de los movimientos de las organizaciones

de la sociedad y de los grupos académicos como #VamosPorMás por la falta

de compromisos de los intermediarios políticos (léase la “clase

política”) ante temas sustanciales para un país que aspira a una

democracia plena, donde los ciudadanos exigen cambios profundos en el

ejercicio de la gobernanza, como es el combate a la corrupción, no es

menos importante llamar la atención sobre otro pendiente que forma parte

de las piezas del engranaje que se ha querido construir para bien de

nuestro México.

En efecto, la inanición del Senado atenta también en contra del Sistema

Nacional de Archivos postulado en el artículo 73, fracción XXIX-T de la

Constitución Política mexicana. En muchos foros y artículos escritos en

diferentes medios se ha señalado la importancia de los documentos como

expresión natural de los actos del ser humano, especialmente de los

relacionados con la res publica. Estos soportes se constituyen en los

vehículos de información y los medios de probanza, es decir, prueba

instrumental de hechos, de omisiones, de negligencias o de corrupción

del servidor público. El riesgo es que por la falta de una Ley General

de Archivos se continúe con el caos y la deriva de los archivos que

están en manos de los sujetos obligados establecidos por la Reforma

Constitucional en materia de Transparencia a través de la Ley General de

Transparencia y Acceso a la Información Pública.

En este contexto se pueden encontrar varios escenarios: que no existan

efectivamente documentos porque no se elaboraron; que se hayan perdido

por el desorden; que se hayan eliminado por descuido y negligencia; o

que deliberadamente hayan sido destruidos fuera de todo proceso

documentado y abierto. La ausencia de medidas de protección en la

conservación de los documentos con tiempos reglados llevarán

irremediablemente a carecer de pruebas y evidencias que sustancien los

casos relacionados con la corrupción.

Hoy en día la ciencia archivística ofrece soluciones viables a los

distintos temas que implica un Sistema de Gestión de Documentos (SGD).

Pero si este SGD no está arropado por una legislación moderna y

armonizada con los sistemas nacionales de transparencia y combate a la

corrupción se caerá en la disfuncionalidad, sin duda una situación que

abonará al fracaso en el combate efectivo a la corrupción sistemática

del Estado mexicano.

Sin archivos no habrá develación de la impudicia, el soborno, la

ineficiencia, la inmoralidad en el que se mueven muchos servidores

públicos y muchos actores de la iniciativa privada que son sus

cómplices, pensemos en casos como Odebrecht u OHL.

Sin archivos se pierde la memoria de las malas acciones de los

funcionarios del pasado inmediato. Tenemos memoria corta y el archivo

hace posible potenciar la memoria de largo plazo que nos recuerda lo

bueno y lo malo, las experiencias desagradables y los buenos resultados.

La rendición de cuentas sin archivos es una falacia. Por ello, no

podemos dejar de insistir ante los legisladores que tienen una

responsabilidad histórica frente a los ciudadanos para darnos las leyes

adecuadas para que se siga construyendo una democracia plena y abierta,

y ésta, sin memoria, sin documentos organizados, conservados y con

acceso directo será una tarea imposible.

/Director de la Escuela Mexicana de Archivos, institución socia de la

Red por la Rendición de Cuentas/

Fuente: El Universal