Gracias a la enjundia, talento y trabajo de mis colegas en el Instituto Mexicano para la Competitividad, la revista Líderes Mexicanos me hizo el favor de incluirme en la lista de las 300 personas más influyentes del país. Me honra la distinción y aún más la compañía: empresarios, consejeros del IMCO, los editores de Reforma que hospedan este texto y otros compatriotas que estimo, admiro y respeto. Sin embargo, el ego se me ponchó y el alma se me descompuso cuando leí que en la categoría de organizaciones civiles aparecía el nombre de Carlos Romero Deschamps. Groucho Marx, y luego Woody Allen, decían: “Yo jamás aceptaría entrar a un club donde admitan gente como yo”.

Algo semejante me ocurrió con el líder de Pemex. El todavía monopolio estatal de petróleo perdió, en el primer semestre de 2015, más de mil millones de pesos al día. Esto es cerca de 42 millones de pesos cada hora. Este naufragio es una responsabilidad compartida entre la dirección de la empresa, las circunstancias del mercado y el factótum de poder que encabeza el señor Romero Deschamps. Con los mismos bajos precios del mercado petrolero, empresas como Shell, Exxon, Chevron y Statoil se mantienen en números negros. La plataforma www.atlaspolitico.mx creó un ranking para calificar el desempeño de los legisladores mexicanos. ¿Quién ocupó el último lugar? Carlos Romero Deschamps y el Niño Verde. Los reportes de la inexplicable fortuna de ambos individuos podrían servir para escribir un libro y yo apenas tengo un artículo de periódico, así que esa podría ser materia prima para otro domingo.

Con respecto a su rol como líder sindical y protector de sus agremiados, basta decir que un trabajador de Pemex tiene mayor riesgo de morir en un accidente industrial que un empleado de la enorme mayoría de las empresas petroleras del mundo. En septiembre de 2012, una explosión en una refinería en Tamaulipas mató a 30 trabajadores de Pemex. Ante el hecho, Romero Deschamps declaró al diario Reforma: “No tenemos por qué maximizar un evento que no lo merece, ¿no?”. Para un trabajador de Pemex el mayor riesgo profesional no es laborar en una industria proclive a los accidentes, sino tener un líder con la indiferencia de Romero Deschamps. Tan sólo en 2015 van tres explosiones en distintas plataformas de Pemex.

La revista Líderes Mexicanos ha logrado poner de cabeza el argumento de que los medios impresos están en crisis. Con más de 350 páginas, la publicación de los hermanos Ferráez es un éxito editorial y comercial. Los autores del proyecto advierten que: “la influencia de ninguno en esta lista puede ser cuestionada”.

La crisis de confianza de las instituciones mexicanas tiene su raíz en el empeño por no cuestionar el retorcido orden de cosas. ¿Qué le pasa a una sociedad que tiene atrofiado su músculo ético? ¿Por qué un empresario que construyó su negocio a lo largo de décadas, con riesgo y esfuerzo, debe estar cómodo en la misma lista que un personaje que edificó una súbita fortuna al amparo de la corrupción? ¿Quién va a respetar el Estado de derecho si aplaudimos igual a un ministro de la Suprema Corte que a un fulano impresentable? Nos gana la cortesía en momentos que nos debería mover la indignación. “A nuestra generación le llegará un momento de arrepentimiento, no sólo por las acciones y la violencia de la gente mala, sino también por la indiferencia y el silencio de la gente buena”. Eso lo dijo Martin Luther King para definir la bancarrota moral de su tiempo y la frase calza bien para dibujar nuestra propia circunstancia.

Gracias a Jorge y Raúl Ferráez por considerarme en su eminente inventario del 2015. Ojalá en el futuro la brújula y los criterios para definir la lista de los 300 Líderes no sea sólo un retrato del poder y la influencia sino también un reflejo de esa aspiración nacional por domar la condición humana.

@jepardinas

Fuente: Reforma